Vivir juntos, morir solos

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crónica de la visita de Marina Garcés a la residencia Copylove (en el festival ZEMOS98) originalmente publicada en el blog de ZEMOS98


Marina Garcés pregunta a Jack Shepard.

Escuchando a Marina Garcés en la residencia de este año, flotaba en el ambiente la serie Perdidos . Ya había aparecido otros días, y volvimos a convocarla. Posiblemente os preguntaréis qué tiene que ver Perdidos con lo que nos explicó Marina. Pues nada y, por eso mismo, todo.

En Perdidos, los protagonistas tan solo pretendían compartir el tiempo que dura un viaje en avión. Tras un accidente, han de sobrevivir juntos en una isla por tiempo ilimitado. En minutos, un grupo azaroso de compañeros de viaje se convierten en comunidad. Un accidente cambia su pequeño contrato, pasando de compartir lo que dura un viaje en avión a compartir lo que puedan durar sus vidas en una isla. De lo poco que dura un viaje a tanto como dura una vida. De pedirle la hora al de al lado, a cuidarle para que no fallezca. La serie juega con el tiempo constantemente. La memoria de los protagonistas está muy presente en el relato, que una y otra vez nos recuerda capítulos de sus vidas. Momentos pasados que explican cómo se comportan en la isla. Comunidad, memoria y vida, justo los tres elementos clave este año en la residencia Copylove. Hasta aquí, Perdidos parece bastante Copylove. Y entonces apareció Marina.

La comunidad que expresa Perdidos responde a una necesidad producida justo en el momento en que se rompe la normalidad. Es una comunidad que busca un fin, una comunidad compuesta por una serie de individuos que se unen para poder sobrevivir. Una comunidad que acontece en un momento excepcional por y para una causa común. Una comunidad producida por un acontecimiento. Como diría Jack Shepard, el líder de la comunidad en Perdidos «tenemos que vivir juntos para no morir solos». Pero Marina pregunta a Jack: ¿Es esa causa compartida la vía a la que decidimos sumarnos para establecer vínculos? ¿Es la centralidad del acontecimiento la forma más adecuada para pensar un mundo común? Las vidas en Perdidos son pensadas en común para poder sobrevivir a una tragedia imprevista. Muchas vidas que se convierten en una pero que se escinden o confluyen dependiendo de la continua negociación entre diferentes intereses individuales. Una comunidad de individualidades. Marina pregunta de nuevo a Jack: ¿Vivir juntos es una decisión que tomamos para no morir solos? ¿La vida en común se establece a través de un contrato social que nos vincula? Estas cuestiones fueron a las que nos enfrentó Marina durante la residencia. La pregunta sobre cómo vivir juntos, la pregunta sobre el nosotros, la pregunta sobre lo político. Y, una vez más, nos sentimos profundamente afectados. Tanto quienes participamos de la sesión, como el conjunto de personas, ideas y comunidades que nos hemos ido juntado en el rumbo de Copylove. No vino Jack Shepard, pero estaba presente.

 

Mundo Común

Marina nos condujo por un camino desde el que poder salir de la isla. Una isla donde encontrábamos respuestas a las preguntas sobre el «nosotros» y sobre «lo político». En la isla pensábamos el nosotros como comunidad, intentando situarnos más allá de lo privado o lo público. En la isla pensábamos lo político como producto del acontecimiento, como fenómeno excepcional que rompe la normalidad. Ambas, comunidad y acontecimiento, nos señalaban a un futuro posible, a algo que todavía no teníamos, a algo que debíamos poner en marcha. Pensábamos que ese «poner en marcha» es lo que constituye lo político. Pensábamos que generar acontecimientos que rompan la normalidad era la vía para formar comunidades que construyan lo común. Marina nos alertaba de dónde nos situaban estas respuestas. La comunidad como algo ausente que anhelamos; el acontecimiento como algo que irrumpe en una normalidad donde «no se está haciendo política». Ambas se abren y se cierran. Ambas pasan en condiciones especiales. Esto nos obligaba a preguntarnos: ¿Cómo producir lo que no hay? ¿Cómo producir comunidades y acontecimientos políticos? Una proyección hacia algo que tiene que ocurrir, algo que siempre nos falta. Comunidad y acontecimiento, ambos ideales teñidos bien de nostalgia bien de utopía.

Marina nos propuso un giro en el camino, un giro filosófico y político para pensarnos ya en un mundo común. Un mundo en el que no entramos en política por comprometernos con causas, sino que nos descubre que siempre estamos comprometidos. Un compromiso que no se decide, sino que se descubre. Un compromiso que no se declara, sino que se asume. Un compromiso que no es un contrato, sino que es el suelo que pisamos. Desde ese giro, desde ese desplazamiento corporal, vemos que no nos comprometemos por voluntad, sino que nos descubrirnos ya afectados. Desde ese giro nos encontramos ya en un mundo común. Un mundo que no es una representación de nuestra realidad, sino una condición para pensarnos en común, para pensarnos ya politizados, sea con o sin comunidad o haya o no acontecimiento. Esto supone un cambio en las formas de subjetividad política. Si comprometerse es descubrirse ya implicado, ese sujeto que se compromete no es una conciencia enfrentada al mundo, sino un cuerpo involucrado en un mundo común. Una visión que no es frontal, sino periférica. Que no busca controlar lo que tiene en frente, sino que quiere contar con lo que no ve o no está presente. Un desplazamiento, una manera de percibirnos, una manera de posicionarnos en la realidad.

Marina nos descubrió que, en el fondo, la cuestión esencial que nos estábamos haciendo era cómo vivir juntos, cómo hacer de la vida un problema común. La vida como problema común es la verdadera cuestión política. No en vano, esas han sido las preguntas fundamentales en nuestra tradición política occidental. Pero vivir juntos no es algo que se decida, vivir en común no pasa por un contrato que nos deba llevar a una negociación entre vidas separadas. En realidad, siempre estamos en un mundo común, la vida siempre es un problema común. Marina nos proponía pensarnos ahí. En un mundo común que no es un objetivo a construir, sino una situación.

 

«Marina, we have to go back!»

¿Y qué pasa con el líder de la comunidad perdida? Finalmente, Jack salió de la Isla para reencontrarse con su anterior mundo. Allí donde debería vivir sin la comunidad que dejaba atrás. Le tocaba poder vivir en común más allá de comprometerse con la comunidad de «los perdidos que han vuelto al mundo y ya no saben cómo comportarse». Pero la vuelta solo produce en Jack una profunda ansiedad. Más que pensar la vida como problema común, Jack sufre los sinvivires de sentirse sin comunidad. Jack construye su vida embarcado en un proceso de pérdida. En la insistente búsqueda del acontecimiento, quiere volver a estrellarse, cogiendo aviones que van a cualquier parte. Jack busca el accidente que rompa la normalidad y que vuelva a reunirle con su comunidad perdida. Allí sus atributos eran imprescindibles para la supervivencia del grupo. Jack solo se piensa en la isla. Solo así cree que podrá restablecer su vínculo comunitario. Incluso intenta convencer a sus antiguos compañeros de viaje. «Kate, we have to go back!». No es que Jack sea vulnerable, sino que está realmente perdido. Jack se siente solo y teme morir solo. Jack desposeído. Jack desahuciado. No-Jack.

Pero probablemente Jack responde sin preguntarse. Sin reformular sus preguntas. Las respuestas ya aprendidas son suficientes para sostener un tiempo más ese anhelo. Ese sufrido sinvivir que por lo menos le hace sentirse vivo. Pese a seguir unido a su comunidad, pese a ser el momento en que su vínculo es más intenso que nunca, Jack quiere volver a la isla. Quiere frontalidad. Quiere presencia. Jack quiere su fetiche.

La respuesta sobre el nosotros debe poder centrarse no sobre aquello que nos une, sino sobre aquello que nos separa. El problema no es que no estemos vinculados, el problema es que lo estamos pero se empeñan en separarnos. El problema son las instancias de representación y de gobierno de lo individual, las instancias que nos sitúan como cliente o como espectadores pasivos, las instancias de desposesión que quieren imposibilitar la vida en común. Tal vez debamos pensarnos como un nosotros ya unido y que lucha contra todo lo que nos separa. Y para eso, tal vez no haga falta pensar tanto en accidentes, causas o islas.

«La certeza injustificable de un mundo común, es para nosotros la base de la verdad» Merleau Ponty

Gracias a Joan Carles por convocar de nuevo a Perdidos

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