Texto escrito junto a Helena Cruz Gallach, Doctora en geografía e investigadora en el IGOP (Universidad Autónoma de Barcelona). Incluido en la publicación «El uso temporal de los vacíos urbanos» de la Diputació de Barcelona.
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Los espacios vacíos de la ciudad participativa
Artículo junto a Nuria Alabao publicado originalmente en Quaderns
Dos niñas de faldas cortas y trenzas juegan en un círculo de arena con un balancín de madera de líneas rectas. Hace un mes, el espacio de esos juegos y los otros juegos de alrededor estaba ocupado por una gran montaña de escombros de un edificio bombardeado. Estamos en un Amsterdam posbélico de 1947. Desde ese año hasta fines de la década de 1970 –como parte de un programa municipal– Aldo Van Eyck imaginará y construirá más de setecientos parques en medianeras en sombra, esquinas de suburbios, solares ruinosos y patios de todo tipo. Espacios que eran localizados por los propios habitantes de cada uno de los barrios.
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Los tomates brillan al sol y ya maduros se dejan arrancar fácilmente por una señora mayor de sombrero blanco. El huerto se extiende en buena parte del solar. A un costado, un grupo de personas de todas las edades conversan sobre unos bancos construidos con restos de derribo. Es Manhattan, un día de verano de 1973. La crisis del petróleo golpea Nueva York. La conflictividad social sigue en constante aumento en ciertas áreas donde decae la actividad inmobiliaria. Desde ese año hasta hoy, los Guerrilla Gardens ocupan por cientos solares vacíos de la ciudad.
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Pragmatismo en la incertidumbre
Artículo originalmente publicado en Nativa.cat
«Cambia el chip, no se puede pedir todo. Sé pragmático, visualiza objetivos concretos»
No es un libro de autoayuda ni la dieta de los siete días, es el fondo de un mensaje que crece en las instituciones públicas. Como un progenitor que quiere controlar los deseos infantiles de abrazar las nubes, estas instituciones han dado con una fórmula que creen calmará los ánimos.
Eso expresan algunas de las tendencias en las políticas públicas de Barcelona. Todas contienen un tono similar: el cambio vendrá si centráis vuestros esfuerzos en cosas pequeñas. Ahí sí nos entenderemos. Cosas «pequeñas» como la gestión comunitaria de algunos equipamientos en desuso, la cesión temporal de solares urbanos para prácticas ciudadanas o el apoyo a emprendedores sociales que respondan a demandas que antes se asistían desde la administración.
Es la versión frustrada del refrán popular: a grandes males, pequeñas soluciones. O la frase mítica del Capitán Lechuga: los pequeños cambios son poderosos. Acostumbrados como estamos en Barcelona a las formas de instrumentalización institucional, esto promete camuflar algo turbio y perverso, el típico regate institucional donde ceder un poco puede ayudar a equilibrar el conflicto social. Pero en todo esto también se masca una dosis alta de candidez institucional. Porque nada es pequeño si se anida en procesos que tienen largo recorrido. Porque el pragmatismo tiene muchas tonalidades y en este contexto los objetivos concretos pueden escalar de manera vertiginosa.
Miremos tres ejemplos de políticas públicas en Barcelona que buscan ese pragmatismo y el mensaje que llevan detrás. Acciones públicas con mensajes de los que existe plena conciencia y que, más que una instrumentalización unidireccional, prometen incrementar el pulso de fuerte cambio social en el territorio urbano.
Primera acción: repensar lo público.
Hace poco, el Ayuntamiento de Barcelona junto al think tank Citymart.com, lanzó el Barcelona Open Challenge. Esta llamada para emprendedores quiere dar «soluciones innovadoras a seis retos diferentes para transformar el espacio público y los servicios de la ciudad». La propuesta está dentro del programa de crecimiento económico lanzado por CIU bajo el plan Barcelona Growth. Con este programa se argumenta que las ciudades van a «invertir menos recursos públicos y a obtener más efectos en la sociedad, creando comunidades más sostenibles, con más resiliencia y participación.»