Archivo de la etiqueta: neoliberalismo

Es imposible comunalizar lo público

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Texto publicado en El Salto

Hace apenas un año decíamos que el neoliberalismo no es un espíritu satánico que se manifiesta cuando algunas fuerzas oscuras lo convocan. Sigue sin serlo. El neoliberalismo es un asalto institucional de las élites dominantes para imponer un gobierno de lo social a través del mercado. Esto, ya se sabe, no significa “menos Estado”, sino que el Estado cumple un rol bastante diferente a su misión redistributiva durante los 30 gloriosos.

A principios de la década de los 2000, Bob Jessop alertaba de la transición hacia un Estado competitivo. Debido a las crisis y ataques sufridos durante los 70s y los 80s, el Estado de bienestar dio paso a una forma de Estado basado en la subordinación de la política social a la política económica. A partir de los 80s, se empieza a recortar el gasto en bienestar y se insiste en que la tributación es un desincentivo al esfuerzo, al ahorro y a la inversión. Este marco hegemónico (neoliberal) significaba un ataque directo a los derechos sociales. Los riesgos sociales empezaron a ser individuales. La vida se empapó de créditos y deudas. Todos hemos pasado a ser “emprendedores”. Incluso las ciudades.

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La defensa de los bienes comunes y de instituciones público-comunitarias

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Texto  junto a Laia Forné publicado en la Revista Nous Horitzons

Los derechos son un campo de lucha. Todas las normas escritas (y no escritas) que constituyen la vida social se han construido históricamente a partir del choque entre multitud de intereses sociales. Intereses de clase, de género, coloniales; intereses codificados en relaciones de poder, privilegios y asimetrías. El Estado como forma de organización social y política se tiene que situar en esta dinámica histórica y social conflictiva, no como una herramienta o un objeto de estudio atemporal y sin territorio. Dicho de otra manera: el Estado como relación social, como expresión institucional de formas de dominación, emancipación o confrontación entre segmentos sociales con condiciones materiales y esquemas de vida diferentes [1]. Del mismo modo, el conjunto de reglas que determinan o influyen a la hora de tener acceso, hacer uso, gestionar o extraer beneficio de todo recurso derivado de la producción social no son otra cosa que un terreno en disputa.

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Independencia ideal, libertad material

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Artículo originalmente publicado en El Diagonal

No soy indepe. Y no por una cuestión emocional o identitaria, sino por una cuestión material. Reconozco sentir algo de vergüenza ajena cuando ser indepe viene justificado por sentirse “muy no sé cuantos”. ¿Un conjunto de emociones encontradas son el motivo para levantar una nueva arquitectura de instituciones que intenten determinar, facilitar o reprimir decisiones comunes? Por el mismo motivo, me da pereza máxima el argumento del unionismo patrio que se apoya en el sentirse “muy no sé qué”. ¿En serio?¿una emoción, un Estado?. No hago parodia. Hay posiciones fundadas en argumentos random como “hay algo en la historia de España a la que me siento ligado y forma parte de mi” (dijo el ilustrador Juanjo Sáez) o en no querer “que me hagan elegir entre Miró y Velázquez” (dijo el político Iceta). Chispeante.

Dejando atrás las guerras cultural-nacionales, mi principal problema es que nunca sé a qué libertad nos referimos cuando hablamos de la independencia de Catalunya. Sin ironía. No tengo ni idea. De ser un Estado, las dependencias de Catalunya serían como las de cualquier Estado europeo. Catalunya no es singular ni especial. ¿Lo es?. Casi diría que la intervención del aparato institucional catalán ha logrado erosionar algunas marcas de distinción catalanas. Más que hacerla especial, la han vulgarizado. Pienso, por ejemplo, en la insistente promoción institucional de una identidad cultural hegemónica muy particular que ha omitido el imaginario republicano y obrerista catalán. Las estructuras (culturales) del Estado (autonómico) ya han producido pérdidas de diversidad. Ni te cuento lo que harán unas “estructures d’Estat” que dependan de ese rumbo institucional.
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El siglo de la fraternidad

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Dejo aquí el texto publicado en el Cultura/s de La Vanguàrdia en el especial «El siglo de la fraternidad«. Una breve compilación donde comparto espacio y motivación junto a Ingrid Guardiola, Marina Garcés y Antoni Marí. El resto de las aportaciones, se pueden leer aquí (con versión en català de mi aportación).

Los bienes comunes, ¿una nueva ‘Gran Transformación’?
En el libro ‘La Gran Transformación: los orígenes políticos y económicos de nuestro tiempo’ (1944) Karl Polanyi realizó una dura crítica al liberalismo de mercado, una de las que más han perdurado. Polanyi nos recuerda que antes del siglo XIX, la sociedad no operaba como un accesorio del mercado. El mercado era un elemento secundario de la vida económica; el sistema económico estaba integrado en el sistema social.

El actual sistema de mercado como regulador social no surgió de manera natural ni tampoco vino provocado por una retirada de la acción estatal. Para producir una sociedad de mercado, o dicho de otra manera, para subordinar todos los propósitos humanos a la lógica de un impersonal mecanismo de mercado, fue necesaria una acción consciente y a menudo violenta del Estado. Como señalaba Polanyi «para que este proceso se organice a través de un mecanismo autoregulado de intercambio, el hombre y la naturaleza tendrán que ser atraídos a su órbita; tendrán que quedar sujetos a la oferta y la demanda, es decir, tendrán que ser tratados como mercancía, como bienes producidos para la venta». Vivencias y recursos que constituían un espacio de potencia social fueron convertidos en «mercancías ficticias»; el ser humano pasó a ser fuerza de trabajo para ser vendido al precio del salario, la naturaleza pasó a ser tierra para poder negociarse al precio de las rentas que produjera. Así se convirtió en producto de mercado lo que constituía la base de la vida comunitaria. La sustancia misma de la sociedad fue subordinada bajo la dirección de los precios del mercado. Esto es lo que Polanyi denomina, irónicamente, ‘La Gran Transformación’.

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