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¿Conquistar el derecho a la ciudad sin conflicto?

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Texto de La Hidra Cooperativa en El Salto, escrito junto a Mauro Castro.

«La participación ciudadana plantea un conflicto: repartir poder. Si se habla de participación sin conflicto es que no hay poder en juego»

Esta es la conclusión de una vida dedicada a la política contada en primera persona por alguien que luchó por un barrio digno. «¿Qué más da mi nombre? Fuimos una lucha colectiva». Militante del movimiento vecinal, forjado en las redes sociales y comisiones del movimiento obrero, en 1968 fundó junto a otros y otras vecinas la asociación de su barrio en la periferia sur de Madrid. Durante tres décadas, las migraciones rurales hacia las urbes industriales y la inepta planificación estatal obligaron a miles de personas a vivir en barrios periféricos autoconstruidos, levantados por sus propias manos. Vivir hacinados en chabolas no era un ritual cultural de las clases obreras. Era la única solución posible producida por gente humilde, sin apenas medios, pero con una fuerza organizativa que marcaría una época.

1. El derecho a la ciudad: ganar un barrio, ganar el municipalismo.

Ganar un barrio significaba abrir el conflicto contra los intereses del capital y el Estado franquista, denunciando y respondiendo con toda la energía posible a las estrategias de expulsión y especulación urdidas por el régimen. Conquistar derechos era impensable sin antes organizar contrapoder: tomar como propio el legado del movimiento obrero, federar las luchas de los barrios, crear alianzas entre clases populares y clases medias, sumar todas las capacidades posibles para desgastar al régimen. Conquistar poder significaba enfrentarse a la violencia del franquismo y a su vez producir un diagnóstico propio sobre los verdaderos problemas y las posibles soluciones. Según avanzaba la pugna entre intereses de clase contrapuestos, el movimiento conseguía ganar hegemonía: no eran chabolistas ignorantes que ponían en peligro a la ciudad consolidada, eran vecinos y vecinas de clase obrera que defendían su legítimo derecho a la ciudad. Organizar el conflicto metropolitano, en fábricas y barrios, tuvo como desenlace conquistar la democracia y el municipalismo. Aunque no el municipalismo deseado. Los “pactos de estabilidad” de la época y la delegación de poder a partidos de izquierda, condujeron a la desactivación del movimiento y a una rápida integración de las ciudades en la agenda neoliberal. Un cierre en falso en nombre de la “modernización” y la “estabilidad” que hoy crea convulsiones. Pero el movimiento alcanzó algunas victorias, tantas como progresista pudo ser el municipalismo.

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Es imposible comunalizar lo público

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Texto publicado en El Salto

Hace apenas un año decíamos que el neoliberalismo no es un espíritu satánico que se manifiesta cuando algunas fuerzas oscuras lo convocan. Sigue sin serlo. El neoliberalismo es un asalto institucional de las élites dominantes para imponer un gobierno de lo social a través del mercado. Esto, ya se sabe, no significa “menos Estado”, sino que el Estado cumple un rol bastante diferente a su misión redistributiva durante los 30 gloriosos.

A principios de la década de los 2000, Bob Jessop alertaba de la transición hacia un Estado competitivo. Debido a las crisis y ataques sufridos durante los 70s y los 80s, el Estado de bienestar dio paso a una forma de Estado basado en la subordinación de la política social a la política económica. A partir de los 80s, se empieza a recortar el gasto en bienestar y se insiste en que la tributación es un desincentivo al esfuerzo, al ahorro y a la inversión. Este marco hegemónico (neoliberal) significaba un ataque directo a los derechos sociales. Los riesgos sociales empezaron a ser individuales. La vida se empapó de créditos y deudas. Todos hemos pasado a ser “emprendedores”. Incluso las ciudades.

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Conflictos urbanos, municipalismo e innovación social

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Conversacion con José Luis Fernández Casadevante, Kois, sociólogo, miembro de la cooperativa GARUA, que nos han hecho en FUHEM Esocial. 

Nuria del Viso (NV): La ciudad se ve aquejada por la segmentación del espacio y la fragmentación social, entre otros problemas, tendencias que se han agudizado en las últimas tres décadas de políticas neoliberales. ¿Cuáles son actualmente las principales cuestiones y los principales ejes de conflicto en la ciudad? ¿Os atrevéis a diferenciarlos según su distinta naturaleza?

José Luis Fernández Casadevante, Kois (JLFC): Lefebvre solía afirmar que la ciudad es la sociedad inscrita en el suelo, una metáfora que me gusta porque evidencia que sus edificios, calles, plazas y parques materializan deseos y estilos de vida, conflictos de intereses y equilibrios de fuerzas en disputa. Al mirar la ciudad obtenemos únicamente un fotograma de lo que con el paso del tiempo se nos revela como una película. La agudización de las conflictividades urbanas se daría de forma simultánea en tres ejes interconectados. El aumento de la desigualdad social y los desequilibrios territoriales, barrios donde se concentran los procesos de empobrecimiento y precariedad (paro, desahucios, pobreza energética, etc.), agravadas por los recortes en los servicios públicos (educación, sanidad y servicios sociales). Un autoritarismo de mercado, que debilita la ciudad como espacio de derechos y confiere al sector privado un mayor protagonismo a la hora de definir las estrategias de transformación de la ciudad (privatizaciones, áreas de inversión, mercantilización de las zonas verdes o del espacio público). Y, por último, esbozos de lo que sería una incipiente contienda ecológica, aunque no se nombre en estos términos. Las luchas por la remunicipalización del agua, los incipientes debates sobre los modelos urbanos de movilidad y alimentación, las demandas de justicia ambiental (en el caso de Madrid todas las infraestructuras contaminantes y tóxicas se concentran en barrios del sur y este de la ciudad). Estas líneas de conflicto han sido profundizadas durante los últimos años por lo que se podríamos denominar como “urbanismo de la austeridad”.

Rubén Martínez Moreno (RMM): En una investigación del Instituto de Gobierno y Políticas Públicas (IGOP) en la que he participado titulada “Barris i Crisi” (Barrios y Crisis) hemos intentado analizar los impactos de la crisis en Cataluña. En ese trabajo, hacemos una cartografía de prácticas sociales que intentan responder a los efectos de la crisis y un análisis de las dinámicas de segregación urbana durante los últimos 10 años. En esta investigación, queda claro que la renta urbana actúa como factor de segregación social, dotando de mayor libertad de elección en el uso del espacio a ciertos grupos sociales pudientes a la vez que actúa como dispositivo de control sobre la movilidad residencial y la agencia de las comunidades más desfavorecidas. Esto ha producido una distribución territorial desigual de los impactos sociales de la crisis. O, dicho de otra manera, la crisis no solo afecta más a unas personas que a otras, sino que se ha incrementado la distancia entre los barrios donde viven grupos sociales con más recursos y los barrios más desfavorecidos. El capitalismo urbano necesita ese tipo de desigualdad territorial para crear campos rentables de producción y absorción de excedentes de capital. La producción de espacio urbano a partir de la mercantilización y la especulación sobre el suelo es una de las principales formas para asegurar ese tipo de territorio fracturado. En ciudades como Barcelona o Madrid, la urbanización se ha usado continuamente para eludir procesos de desvalorización (crisis) y ampliar el circuito de acumulación sobre el territorio. Esa lógica de máquina de crecimiento urbana –que se camufla bajo el chantaje de “sin crecimiento económico no puede haber políticas sociales”– ha producido grandes coaliciones entre élites locales y globales. En definitiva, tenemos ciudades que integran la desigualdad y la producción de periferias en el proyecto urbano, crean espacios no democráticos de decisión directa a manos de holdings financieros y supeditan las políticas sociales al crecimiento y a compensar los impactos que ese mismo modelo urbano produce. Esto supone un ataque directo sobre las condiciones de vida urbana, sobre quién y cómo puede o no subsistir en la ciudad. Eliminar este círculo vicioso formado por elites, especulación sobre el territorio y políticas sociales compensatorias es lo que creo está abriendo y va abrir los principales ejes de conflicto en la ciudad.

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«Todos somos contingentes, pero tú eres necesario»

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Aquí dejo el vídeo con la charla en ZEMOS98 sobre poder y libertad basada en algunas películas y material audiovisual. Entre otras, Network, Amanece que no es poco, A few good men, El Manantial, Our Daily Bread, LEGO, The Century of the self, Mystique determinado y algunas piezas más. Se trata de un Código Fuente Audiovisual, lamentablemente el último del festival ZEMOS98 ya que ésta ha sido la última edición debido a la desatención de las instituciones públicas.

Nunca me había puesto tan nervioso días antes de hacer una charla, pero nunca había disfrutado tanto haciendo una. Los nervios se fueron al salir al escenario, pero sobre todo, al oir la presentación de mi querido Felipe. Un troleo amoroso mítico.

Acompaño las películas hablando del poder soberano, el poder disciplinar, las prácticas de gobierno basadas en la normalización, los procesos de liberación y, ya al final, del asalto institucional.

Para un resumen de los contenidos y las fuentes de este Código Fuente Audiovisual, recomiento este artículo de Marta Peirano en eldiario.es, muy bien documentado y más preciso que mi propia charla.