Texto incluido en número 157 de Viento Sur sobre «repensar la democracia». Se puede descargar en formato PDF aquí
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texto originalmente publicado en la columna «lotería de palabras» de Nativa.cat
No hace mucho llegaba a mis manos el libro del antropólogo norteamericano David Graeber titulado “En deuda: Una historia alternativa de la economía”. En este libro, Graeber explica la construcción de uno de los imperativos que parecen estructurar nuestras sociedades y que, de hecho, se relata como máxima para que nuestras bases de convivencia y desarrollo no se desplomen: pagar las deudas. Para contrastar el poder que la deuda ha tomado a día de hoy, Graeber explica otras tradiciones y momentos históricos donde ésta no se pensaba como punto de no retorno. Entre otros, Graeber señala la celebración del Jubileo. El Jubileo hebreo era un año de celebraciones religiosas que tenía lugar cada medio siglo, momento en el que las deudas quedaban saldadas. Esta tradición encuentra sus raíces en el Antiguo Testamento, en concreto en el libro Levítico donde se resaltaba: «Declararéis santo el año cincuenta, y proclamaréis en la tierra liberación para todos sus habitantes. Será para vosotros un jubileo; cada uno recobrará su propiedad, y cada cual regresará a su familia» (Levítico, 25:10).
En la actualidad parece que la Carta Magna que busca determinar nuestra moral no es ningún libro sagrado ni ninguna Constitución pactada socialmente. Más bien, el sistema de valores que se consideran convenientes vienen formulados por una particular Santa Trinidad: La Troika Europea. La Troika, formada por la Comisión Europea, el Banco Central Europeo (BCE) y el Fondo Monetario Internacional (FMI), ha ido construyendo un nuevo salmo que, si bien promete estar fundado en estrictos términos económicos, se apoya en un conjunto de valores de carácter moral. Estos valores dominantes quedan reflejados en un axioma que al parecer hemos interiorizado sin demasiados complejos: “uno debe pagar sus deudas”. Como bien señala Graeber: «La razón por la que la frase “uno debe pagar sus deudas” es tan poderosa es que no se trata de una declaración económica sino de una declaración moral» (David Graeber)