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La ilusión de los bienes comunes. Cierto, pero..

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Hace unos días, César Rendueles escribía en su blog una entrada titulada ‘la ilusión de los bienes comunes‘ donde se preguntaba si la actual centralidad otorgada a los bienes comunes no estará simplificando los verdaderos retos de una sociedad compleja.Este texto se podría unir a tantos otros que ha escrito David García Arístegui, alertando de ciertas posiciones que expresan una idea de «libertad» confusa y que entra en la madeja de pensar cuánta supuesta cooperación descansa sobre procesos de expolio.

Todo esto sitúa debates interesantes donde habitualmente encontramos posiciones enconadas que parten de preceptos que al parecer no se pueden debatir. Y solo por eso, bienvenidos sean esos textos.

Quería añadir un comentario en el blog de Rendueles, pero al final he optado por una entrada en leyseca ya que quería mejores condiciones para contextualizar algunos «peros». El enfoque de Rendueles en gran parte lo comparto, pero creo que es una aportación con algunos trazos impresionistas. Para entrar en conversación, explico algunos matices, también algunas dudas sobre sus tesis principales y añado cosas que van más allá de los comunes digitales:

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La revolución del común

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Texto escrito para la web del CCCBLab sobre el ciclo «En comú» del Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona.

En común

El común, los comunes, la comunidad, el procomún, los bienes comunes, estos conceptos se han instalado de nuevo en nuestro imaginario y parece que están aquí para quedarse. Sin necesidad de escarbar demasiado sobre qué comparten o qué las diferencia, estas palabras conforman un lenguaje que entra en batalla con la dualidad de «lo público» y «lo privado», un escenario en plena asfixia, esclerótico, incapaz de responder al cambio de época que vivimos. Lo común nos desplaza a otra posición, un espacio desde el que señalar y actuar sobre la continua expropiación de recursos y modos de hacer que muchos creen que ya no nos pertenecen. Lo común recupera el hilo de las luchas que históricamente se han enfrentado a un régimen basado en la mercantilización del todo social; es un espacio de poder, de defensa, de reapropiación de la riqueza colectiva. Los abrazos fraternales entre lo público-estatal y lo privado-mercantil nos aplastan, ya va siendo hora de deshacer esta perversa historia de amor.

Como apunta David Harvey, la historia del capitalismo es la historia de una continua desposesión, un régimen basado en los continuos cercamientos de la producción social. Sin esa continua acumulación por desposesión, sin los decretos, rumbos institucionales y tácticas para cercar y extraer renta de la producción social, el régimen de acumulación capitalista no podría mantenerse. Para sucumbir a esta lógica del «mercado como regulador social», ha sido necesario un continuo intervencionismo estatal, el diseño de instituciones robustas que han convertido la vida misma en mercancía. Recursos naturales y medioambientales, saberes, culturas, formas de vida, incluso todo tipo de proyectos de futuro son pasto del ciclo de acumulación del actual capitalismo financiero, un régimen que valoriza y especula con cualquier potencia social. El endeudamiento ciudadano y la dilapidación de otros modos de vida posibles, esa es la base genética de un modelo que se sirve de la desposesión para perpetuarse.

Conocemos los límites de un modelo social pensado desde la propiedad pública y la propiedad privada, ahora lo común se sitúa como nueva hipótesis política.

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Empresas del procomún sí, pero ¿qué hay de “lo público”?

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Making community software sustainable

Artículo publicado originalmente en eldiario.es

Los commons, en su origen histórico, eran tierras bajo régimen comunal gestionadas y explotadas por clases campesinas. Esos bienes comunes formaban parte del sustento vital de dichas comunidades y, a su vez, constituían otra forma de cultura productiva. Si desde su origen estos recursos formaban parte de cierta realidad económica podría sonar redundante hablar hoy de economía del bien común o de empresas del procomún pero, en realidad, lo que se empuja con este nuevo paradigma no solo es aquella misma cultura productiva sino hacer visible que la actual economía capitalista se funda y consolida con la depredación de dichos bienes.

Empresas que sobreviven gracias a la explotación privada de bienes comunes sin ningún tipo de regulación las hay a miles, por no decir que no existe empresa capitalista que no capture, explote o se alimente de ellos. Bien lo saben algunos expertos de la teoría del management, autores de toneladas de manuales que buscan favorecer la comodificación de saberes y conocimientos que circulan en el interior o exterior de las empresas. Lo que en otro momento se suponía «al margen» de la explotación económica siendo considerado como no-productivo, hoy se percibe como un recurso fundamental. Esto incluso podríamos considerarlo como la mera punta del iceberg, puesto que la captura de estas balsas de recursos inmateriales parece casi anecdótica si la comparamos con el uso y sobreexplotación de otro tipo de recursos como los naturales o medioambientales. Por tanto, el tema no es si los bienes comunes toman o no un papel en el modelo económico, el tema es bajo qué principios éticos nos relacionamos con ellos.

En ese sentido, lo que denominamos empresas del procomún no es una categoría que define un matrimonio de conveniencia, sino una realidad económica compleja donde estructuras empresariales se relacionan con bienes comunes, gestionándolos, produciéndolos y explotándolos pero –punto fundamental– sin erosionarlos, sobreexplotarlos o privatizarlos. Como comentábamos en un artículo anterior donde introducíamos las empresas del procomún, es importante ver que la supervivencia de estos recursos de base comunitaria depende de pactos, mecanismos de gobernanza y la habilidad de detectar y respetar las diferentes esferas de valor que emergen del procomún. Por otro lado, señalábamos que con el estudio de casos de empresas que se relacionan bajo principios éticos con el procomún no vamos a poder aportar soluciones ideales, pero sí un compendio de ejemplos y patrones de los que podemos aprender. Asumimos así que manejamos prácticas con una escala y una dimensión pequeña, en muchos casos local y que difícilmente puede replicarse o crear espacios económicos homogéneos en una escala mayor. Y justo aquí es donde empezamos a echar en falta “lo público” o, mejor dicho, muchas de las funciones que pensábamos cumplía.

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Cercamientos digitales

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Ya ha salido el libro Cultura libre digital. Nociones básicas para defender lo que es de todxs editado por Icaria bajo la dirección de X.Net y Free Culture Forum. La recopilación de textos busca situar de manera muy pedagógica qué es eso de la cultura libre sin entrar en algunos debates actuales (que exigirían un trabajo específico). Los autores son @axebra, EDRI, FCForum, Fernando Acero Martín, Jaron Rowan, Simona Levi y yo mismo.

El libro se puede comprar y/o descargar online en la web de Icaria. Dejo aquí mi texto para que sea más fácil poder comentar, añadir o sugerir ideas.

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LOS CERCAMIENTOS DIGITALES
Amenazas, retos y futuros de las nuevas tierras comunales [1]

 

“Esta es tú tierra, esta es mi tierra, desde Calahorra hasta Wikipedia” [2]
Fundación Robo

 

1. ¿Cercamientos?

Los cercamientos (enclosures [3]) fueron una serie de leyes que el Parlamento Inglés ejecutó durante los siglos SXVII y XVIII bajo las que se expropiaron tierras en régimen comunitario (commons), recursos que suponían un medio de existencia para las clases campesinas. Este fue un episodio fundamental para entender el paso de una economía feudal al capitalismo y supuso el desenlace que ya conocemos: la supresión de los medios de producción a las gentes que producían riqueza trabajando la tierra. En un breve párrafo del primero libro de El Capital Karl Marx relata la importancia de este momento de manera bastante ilustrativa:

“En la historia de la acumulación originaria hacen época, desde el punto de vista histórico, todas las transformaciones radicales que sirven de palanca a la clase capitalista en formación; pero sobre todo los momentos en los que las grandes masas de hombres se ven despojados repentina y violentamente de sus medios de subsistencia y lanzadas al mercado de trabajo en calidad de proletarios libres. La expropiación de las tierras del productor rural, del campesino, constituye la base de todo el proceso” (Marx, 2007: 200)

Marx apunta el momento en que son cercados los commons, es decir, bosques, ríos, campos, etc. que gestionaban directamente las comunidades. Es así como los comuneros perdieron su capacidad de sostenerse a través de la explotación de dichos recursos naturales y conformarán una masa proletarizada obligada a ofrecer su fuerza de trabajo para sobrevivir. Este fenómeno discurre en paralelo a dos acontecimientos no menos importantes, el proyecto colonial y la caza de brujas – proceso al que Karl Marx no prestó atención y que Silvia Federici ha estudiado con precisión médica– también caracterizados por el uso de niveles extremos de violencia. Estos procesos desmienten las teorías de los economistas clásicos que explicaron el desarrollo del capitalismo como producto de una serie de acontecimientos “naturales”. La transición de una economía feudal a los primeros estadios del capitalismo (en esos momentos mercantilismo) para nada fue un proceso limpio ni natural, al contrario, fue un periodo violento, repleto de revueltas y brutalidad. Si bien, como nos recuerda Elinor Ostrom, a día de hoy la gestión comunitaria de recursos naturales sigue existiendo y en ocasiones se muestra más eficaz que los modelos de gestión basados en la propiedad pública o privada, el régimen de propiedad comunal ha sido largamente ignorado cuando no invisibilizado institucionalmente.
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Estado, Mercado y Commons

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A principios del pasado mes de julio, el IGOP (Institut de Govern i Polítiques Públiques) y la Universitat Autònoma de Barcelona organizaron una serie de cursos que ponían el foco de atención sobre los commons. Bajo el título «Els Béns Comuns: una alternativa al Binomi Mercat-Estat?«, el programa estaba dividido en tres áreas diferentes (una por curso) donde los commons han ido ganado especial relevancia durante los últimos años: 1. commons digitales, 2. commons y democracia, 3. commons y economía social. Los asistentes y coordinadores de los cursos acabamos compartiendo aula de debate en una sesión final conjunta titulada «una visión integral de los commons». El principal objetivo de esta sesión era doble. Por un lado, intentar articular los diferentes marcos analíticos y casos de estudio que habían aparecido en los cursos. Por otro lado, entre las presentaciones iniciales, las aportaciones del equipo de coordinación y las intervenciones del conjunto de los participantes, la idea era intentar aportar algunas respuestas a la pregunta  ¿Es posible pensar los commons como la base de un modelo social más justo?.

Para compartir lo que ese día comentamos y para ver si podemos extender aquí la conversación sobre las dudas y reflexiones que aparecieron,  a continuación adjunto el texto de presentación de la jornada, los vídeos e imágenes de las presentaciones, así como algunos comentarios para situar cada una de las intervenciones (la mayoría son en catalán).

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Procomún, propiedad y comunidades

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Los commons son un fenómeno complejo y a la vez complicado. Complejo porque depende de varios elementos que hay que tener en cuenta a la vez; complicado porque parece haber un exceso de definiciones o de acercamientos diferentes que expanden su significado. En la última reunión general del Laboratorio del Procomún de Medialab Prado (febrero 2012) Juan Freire abría la sesión comentando que “lo que hace interesante al procomún es esa incapacidad para ser definido” citando la entrevista en el blog código abierto a Antonio Lafuente. Si bien estoy de acuerdo con muchas cosas que se comentaron durante la sesión, la verdad es que me cuesta un poco celebrar que algo esté poco definido. Bien visto, si así fuera, me pasaría todo el día de fiesta ya que de indefiniciones sin duda andamos bien servidos. Pero temo que el problema sea el inverso, que más bien se está vaciando «procomún» de significado –por saturación–y que hay ciertas nociones, al parecer algo incómodas, que no acaban de relacionarse con el concepto. Como ya adelanta el título de este post, me refiero a conceptos como el de comunidad y, especialmente, el de propiedad.

Entraré un poco a lo bruto. Desde mi punto de vista, la falta de definición no hace especialmente interesante al procomún y, de hecho, no es algo que lo caracterice. Pensar el procomún como «experiencia» o como «ausencia» (ambas usadas en la sesión de Medialab Prado) son buenos acercamientos poéticos, pero añaden a su vez filtros borrosos que no nos permiten ver lo evidente. Por otro lado, se mezcla procomún con otras ideas de tono más esotérico como «lo común» o «el común» que estiran tanto el concepto que acercan su significado al «todo vale». Como le he oído decir varias veces a Marga Padilla «Cuando todo vale, nada importa«. No podría estar más de acuerdo. Si bien el error puede generar conocimiento, eso no es sinónimo de que la confusión sea algo más que..confusión.

Tal vez, para analizar un fenómeno social, éste ha de ser observable y debe no solo contar con alguna definición, sino que es conveniente encontrar aquellas variables que nos permitan reconocerlo. Suena obvio pensar que si algo es algo es gracias a diferenciarlo de cualquier otra cosa. Estaremos de acuerdo que un poco de concreción es, como mínimo, deseable. Es cierto que hay conceptos poliformes, polisémicos y poligoneros, pero me ilusiona pensar que cuantos menos, mejor.

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