SED LIBRES I

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La aparente imposibilidad de enfrentarse al poder: el Panoptismo y Rebelión a Bordo*

«Para hacer funcionar de acuerdo con la teoría pura de los derechos y las leyes, los juristas se imaginaban en el estado de naturaleza; para ver funcionar las disciplinas perfectas, los gobernantes soñaban con el estado de la peste».

Michel Foucault, Vigilar y Castigar (1979:202)

1. El Panoptismo y la sociedad disciplinaria

En el tercer capítulo del libro ‘Vigilar y Castigar. Nacimiento de la prisión’ (ed. Siglo XXI, 1979) Michel Foucault analizó lo que él mismo denominó sociedad disciplinaria a través de la figura arquitectónica del Panóptico de Bentham (imagen1). El relato sobre el Panoptismo es tal vez uno de los más conocidos de Foucault ya que expone de manera clara su idea sobre los dispositivos disciplinares, es decir, maniobras bajo las que aquel que detenta el poder somete a otros a normas, leyes y modos de comportamiento a través del castigo y la vigilancia. En la sección que dedica al Panoptismo, Foucault estudia primero los protocolos usados a finales del siglo XVIII para controlar el contagio de la peste en las ciudades. Finalmente, pasa a analizar el Panóptico, buscando comprender las transformaciones de los sistemas disciplinarios en los siglos XVII y XVIII, momento en el que se extienden los dispositivos de disciplina pasando de una disciplina de la excepción a una vigilancia generalizada. El Panoptismo «es el principio general de una nueva «anatomía política» cuyo objeto y fin no son la relación de soberanía sino las relaciones de disciplina» (1979:212). Y esos mecanismos disciplinares, claro está, naturalizan relaciones de poder. Foucault dedicará gran parte de su tarea arqueológica a rastrear cómo se conforman las diferentes «arquitecturas» disciplinares (escuelas, hospitales, psiquiátricos, cárceles) y los diferentes mecanismos que va creando esa red de dispositivos que ordenan, controlan, vigilan y normativizan el cuerpo social garantizando «una distribución infinitesimal de las relaciones de poder» (1979: 219).

Tal y como lo describe Foucault, el Panóptico es:

«(…) en la periferia, una construcción en forma de anillo; en el centro, una torre, ésta, con anchas ventanas que se abren en la cara interior del anillo. La construcción periférica está dividida en celdas, cada una de las cuales atraviesa toda la anchura de la construcción. Tienen dos ventanas, una que da al interior, correspondiente a las ventanas de la torre, y la otra, que da al exterior, permite que la luz atraviese la celda de una parte a otra. Basta entonces situar un vigilante en la torre central y encerrar en cada celda a un loco, un enfermo, un condenado, un obrero o un escolar. Por el efecto de la contraluz, se pueden percibir desde la torre, recortándose perfectamente sobre la luz, las pequeñas siluetas cautivas en las celdas de la periferia. Tantos pequeños teatros como celdas, en los que cada actor está solo, perfectamente individualizado y constantemente visible. El dispositivo panóptico dispone unas unidades espaciales que permiten ver sin cesar y reconocer al punto. En suma, se invierte el principio del calabozo; o más bien de sus tres funciones — encerrar, privar de luz y ocultar—; no se conserva más que la primera y se suprimen las otras dos. La plena luz y la mirada de un vigilante captan mejor que la sombra, que en último término protegía. La visibilidad es una trampa.» (1979: 203-4)

Imagen1: El panóptico de Jeremy Bentham

En este breve párrafo, Foucault ya insinúa algunas de las ideas clave que extraerá al analizar el Panóptico. Por un lado, la arquitectura separa e individualiza a los presos, los mantiene lejos de tramar estrategias colectivas. El Panóptico suspende cualquier posibilidad de multitud y de colectividad subversiva. Por otro lado, el poder es ejercido a través de un interfaz, cualquiera puede ponerlo en marcha ya que está completamente reglado, definido, maquinado. Para ejercer el poder no hay más que subirse a la torre y, de hecho, ni siquiera el vigilante es imprescindible. Los presos no pueden ver si hay alguien en la torre por lo que incluso la ausencia del vigía configura una presencia de control. Es en ese sentido que Foucault habla del Panóptico como un mecanismo que parece funcionar por sí solo y que desdibuja la figura del ejecutor. Como señala, «no es necesario recurrir a medios de fuerza para obligar al condenado a la buena conducta (…) nada de rejas, ni cadenas, ni cerraduras; basta con que las separaciones sean definidas y las aberturas estén bien dispuestas» (1979:206). Pero hay algo crucial en el mecanismo del panóptico ya que no solo vigila al sujeto, sino que lo modula y lo fabrica. Estar en la celda es sinónimo de estar continuamente vigilado, es sinónimo de deber hacer en todo momento «lo correcto». El poder se interioriza, se asume; el sujeto condenado, al estar inserto en la lógica panóptica, actúa como prolongación del poder.

Cabe señalar –dejando a un lado algunas de las críticas que a veces ha recibido Foucault por poner tanto énfasis en dichos dispositivos– que estos mecanismos no se entienden como sustitutos de otras formas de poder basadas en reglamentos punitivos y coercitivos. Más bien «se ha infiltrado entre las otras (modalidades de poder) descalificándolas a veces pero sirviéndoles de intermediaria, ligándolas entre sí, prolongándolas, y sobre todo permitiendo conducir los efectos de poder hasta los elementos más sutiles y más lejanos» (1979:219). Los dispositivos disciplinares, en definitiva, no funcionan solos, pero hacen dóciles a quienes los reciben, asegurando la interiorización y extensión del poder.

2. Rebelión a Bordo

En la película Mutiny on the Bounty (Rebelión a bordo, 1962) dirigida por Lewis Milestone y protagonizada por Marlon Brando y Trevor Howard, vemos claramente esa idea del poder como mecanismo interiorizado, donde la disciplina se suma al miedo en una articulación propia de las formas contemporáneas más sofisticadas de ejercer control sobre el comportamiento social. Ambientada a finales del siglo XVIII, la película explica el viaje a Tahití de la fragata británica Bounty. Al mando del viaje está el capitán Bligh (T.Howard) a quien acompañan el segundo oficial de a bordo Fletcher Christian (M.Brando) y una veintena de hombres que conforman la tripulación. El objetivo del viaje es poder regresar a Inglaterra con “el árbol del pan”, una planta de la que se espera permitirá alimentar a bajo coste a gran parte de la mano de obra británica produciendo un efecto similar a la introducción de la patata en Europa a mediados del siglo XVI. Pero el verdadero relato de la película recae, en primer lugar, sobre la relación entre el capitán Bligh y el segundo oficial Christian y, en segundo lugar, sobre las consecuencias del motín que el oficial liderará junto a un grupo de marineros disconformes con las maneras despóticas y salvajes que sirven de timón al capitán del barco.

El capitán Bligh somete a duros castigos a aquellos marineros que no siguen todas y cada una de sus reglas e, incluso, una vez han conseguido encontrar el árbol del pan, raciona las dosis de agua potable al límite para poder mantener vivas las plantas durante el viaje de vuelta. El capitán considera mucho más importante la vida de la mercancía que la vida de cualquier miembro de la tripulación. Lo más importante es la misión, la tripulación es mera mano de obra que hay que mantener a regla para optimizar su productividad. Los castigos son un arma para disciplinar a su tripulación, una forma de provocar miedo en los marineros que Bligh considera el mejor de sus aliados.

El capitán representa el poder soberano, el sujeto al que el Estado ha transferido el poder coercitivo y punitivo. El capitán gobierna con la ley en la mano y, en nombre de la corona británica, la ejerce al límite y sin compasión alguna. Mientras los marineros viajen en su barco, mientras la misión no haya llegado a su fin, Bligh es el Estado, el capitán encarna el monopolio de la violencia legítima. El segundo oficial Christian –presentado al principio de la trama como un personaje vanidoso, de buena familia, arrogante y con poca vocación por la marina– va presenciando la inalterable contundencia con la que el capitán dirige el barco. Finalmente, en una de las secuencias más célebres, Christian se enfrenta al capitán, liderando el motín que da nombre a la película. Bligh es expulsado del barco, regresando a Inglaterra a bordo de un bote junto a aquella parte de la tripulación que no quiere recibir el azote de la ley una vez el capitán denuncie la revuelta al almirantazgo británico.

La tripulación amotinada, al mando ahora del Señor Christian, piensa en volver a la isla paradisíaca donde encontraron el árbol del pan, asumiendo su nueva condición de expatriados y fugitivos de la ley. Y justo en ese momento empieza el paralelismo con el panoptismo foucaultiano. Desviados de su ruta sin saberlo, los amotinados dan con una isla que está mal ubicada en el mapa, un destino que no es visible para la ley porque está mal cartografiada en los mapas oficiales. No pueden ser vistos porque, técnicamente, la isla no existe. Son invisibles a la ley y el poder soberano no puede castigarlos porque, simplemente, han desaparecido. La isla «invisible» es, aparentemente, un territorio de libertad. La isla es la expresión de «lo exótico» de «lo diferente», una interrupción de lo que venía siendo «lo normal». En la isla, los marineros pueden practicar la holgazanería, dejar de ser productivos en el orden social al que pertenecían y al que bajo ningún concepto quieren volver. Pero el dispositivo disciplinar se pone en marcha. Los propios marineros van a activar el poder como parte constitutiva del mismo; la tripulación rebelde, pese a estar lo más lejos posible del castigo, no puede pensar su futuro si no es bajo el interfaz de la ley. Primera paradoja: la libertad se basa en evitar la cárcel (sin duda una de las grandes perversiones del sistema carcelario).

Aunque aparentemente nadie les vigile, los marineros tienen miedo a ser vistos. Aunque el soberano esté a miles de kilómetros, aunque la isla no esté sobre el mapa y por ello materialmente no existan, aunque, en definitiva, sean invisibles a la macrofísica del poder, les gobierna la microfísica del poder. La producción de fuerza represora y coactiva es tan efectiva, la disciplina bajo la que tenían que pensar sus acciones sigue estando tan presente, que extinguido el soberano, la máquina disciplinar sigue activada en los sujetos. Si bien el oficial Christian suspende en la isla las relaciones de poder que constituyen el orden militar, los marineros siguen viviendo en esa tecnología; se sienten liberados pero temen que esa autoridad latente se active en cualquier momento. Frente a la libertad que los marineros sienten en su actual camuflaje fortuito, Cristian se siente aturdido, desarraigado, sin patria. Se siente preso en la isla y su noción de libertad pasa por volver a Inglaterra y defender su causa frente a la justicia, aunque vaya a ser sometido a consejo de guerra. En la discusión que los marineros y Christian mantienen en su primera noche en la isla (imagen2), se expresan dos ideas muy diferentes de libertad. Los unos, celosos de lo que han conseguido, quieren vivir en la isla al margen de la ley, manteniéndose fuera de su campo de visión. Los marineros entienden la libertad como una conquista que tiene que mantenerse activada continuamente para no perder su estatuto. Christian, en cambio, se siente aterrado en la isla, obligado a tener que callar una causa que cree haber defendido de manera justa. Paradójicamente, aunque su destino sea la pena de muerte, Christian ve más cerca la libertad defendiendo su verdad frente al almirantazgo británico. Estar al margen de la ley o enfrentarse a la ley, dos formas de entender la libertad que no pueden convivir.

Christian plantea la posibilidad de volver a Inglaterra con el barco. Los marineros, aparentemente indecisos, piden algo de tiempo para reflexionar su decisión. Esa misma noche los marineros queman la Bounty, ya que no quieren bajo ningún concepto enfrentarse a la ley. Sólo se siente libres en la isla, zarpar en ese barco de vuelta les llevará irremediablemente a recuperar la condición servilista y oprimida que creen haber perdido. El relato ofrece así un mensaje poderoso sobre cómo opera realmente el poder. El poder no está en Inglaterra ni tan siquiera ha sido expulsado de sus vidas con el capitán; el poder se despliega, reproduce y se activa al tomar cualquier decisión en el interior mismo de los marineros. En un final trágico, donde Christian sufre un accidente al intentar salvar el barco en llamas, los marineros se justifican:  «teníamos miedo Sr. Christian, miedo de que nos llevara a Londres por la fuerza (…)». El comandante Christian, les balbucea antes de morir: «no fue culpa suya, Bligh dejó su huella en todos nosotros».

Imagen2: Christian plantea volver a Inglaterra para defenderse frente a los tribunales

3. La aparente imposibilidad de enfrentarse al poder

Con este final, se expresan dos grandes contradicciones: en su búsqueda de la libertad, los marineros destruyen al que había sido su mejor aliado, se comportan como el brazo ejecutor que impone la ley sobre el lider del motín; en su búsqueda de la libertad, Christian encuentra una muerte patética ya que ni siquiera ha podido salir de la isla para exponer su verdad. La leyenda de la película es evidente: el miedo y la disciplina son una vía para activar el control sobre los gestos, decisiones y actitudes de los sujetos. No hacían falta órdenes desde la autoridad ya que su dispositivo disciplinar había sido interiorizado. La autoridad ausente, como en el panóptico, era tanto o más efectiva que su propia presencia.A su manera, Althusser afirmaba algo similar con su noción de ideología: el sujeto no es lo constituyente sino lo constituido por el poder.

Para finalizar, una nota discordante. Quería acabar con una crítica a manos del profesor Carlos Fernández Liria, que jocosamente cuestiona los dispositivos disciplinares y la aparente imposibilidad de enfretarse al poder que se desprende del análisis de Foucault:

«No nos disciplinan, más bien nos autodisciplinamos. Nos autodisciplinamos para soportar un paisaje estructural insoportable: el capitalismo. Sin autodisciplina, el capitalismo sólo te deja ser un sin techo, un sujeto arrojado a la jungla mercantil en la que el capitalismo ha convertido el planeta. No son los dispositivos disciplinares lo que nos empuja a reproducir el poder, es la supervivencia».

El propio Foucault intentará enfrentarse a la encerrona que supone aceptar esa reproducción del poder dominante en el seno de los sujetos oprimidos. En adelante, Foucault intentará contemplar las formas con las que los sujetos logran instituirse como agentes subversivos para conquistar su ideal de libertad.

 

 

* Me animo a escribir una serie de entradas sobre la libertad y, lo que en cierto modo es su contraparte o  facilitador, el poder. En esta primera entrada introduzco el panoptismo foucaultiano y, a través de la película ‘Rebelión a bordo’, comento la doble naturaleza del poder que Foucault analiza en una primera fase: la articulación entre mecanismos coercitivos y mecanismos disciplinares. Disculpad las incorrecciones y bienvenido cualquier comentario.

8 comentarios sobre “SED LIBRES I”

  1. Primero, agradecerte el post por lo bien que explicas ideas bastante complejas, pero también por haberme traído de nuevo a mi amadísimo Fletcher Christian.

    Me resultan muy interesante este tipo de pelis con el clásico tema de: «si te sales de la ley será tu final». La huella esa que mencionas creo va por ahí, todos van a tratar de imponer sus decisiones, aunque eso suponga el uso de la violencia (el fuego) o la condena de otros (el regreso). El capitán Bligh les amenaza a todos con que serán perseguidos, pero a Fletcher lo destruye al decirle que el precio de su «mal genio» será perder su patria. Pero quizá esto más que una técnica disciplinaria para meterle el miedo es simplemente una táctica de combate en la que le da a su enemigo donde sabe que es su punto débil. La lucha es más entre iguales, pese a la jerarquía, sabe que no ejerce control sobre él y por eso intenta vencerle apelando a otra cosa.

    Quizá tampoco destacaría tanto el miedo de la tripulación a ser encontrados como el hecho de que ellos evidentemente no quieren volver y van a defender eso. No comparten el mismo código que Fletcher Christian y por tanto no entienden la necesidad de éste de regresar para «limpiar su honor» y recuperar su dignidad, su identidad y su estatus. Él se portó bien con ellos, los liberó, pero lo hizo por él mismo no por los demás. Su orgullo le obligaba a no cometer actos de «barbarie» que no eran propios de su «nobleza». Pero cuando es su nobleza la que está cuestionada, cuando es uno más en la isla, no puede evitar querer regresar a riesgo de ser condenado y condenar al resto. Esto es lo que me parece más interesante, más allá de la interiorización de los mecanismos de control, cómo interfieren los diferentes sistemas de valores que por supuesto depende de una ideología concreta y de un poder económico determinado.

    Es significativo que aparezca la peor violencia tanto por parte de quien está por encima suya como por la de los que están muy por debajo. Lo que decía al principio, aquí el mensaje sería: «el poder soberano puede ser «despótico» pero es peor salirse de él». El error de Fletcher es rebelarse contra aquello que es la cara más dura de su propia identidad de clase y luego no querer estar fuera de ella.

    Y te lanzo una pregunta: ¿es esta película y su mensaje una oportunidad para el análisis o una herramienta de control? 😉

  2. Gracias Susana, imaginaba que no podía ser el único fan de Christian!. Es cierto, el oficial se ha criado en un entorno donde la dignidad de clase está por encima de cualquier otro deseo. Pero ese es de hecho el tema, no?. Su código disciplinar le empuja a diseñar un horizonte ideal que, aunque le lleve a encontrar su ejecución, le hace sentirse libre. Pero (según lo entendí yo) él no quiere condenar al resto, más bien al contrario. El relato dibuja a un noble que quiere dialogar su noción de libertad con los marineros, pero que se topa con la tragedia al intentar salvar su única vía para encontrarla. Los marineros no creen que puedan negociar con un oficial y por eso queman la Bounty. Aunque vaya de bueno, le tienen miedo.

    Y sobre la película como herramienta de control, tenía un profesor de teoría fílmica que siempre provocaba con la misma idea. Decía que, el cine o la tele, más allá de querer sugerir o naturalizar ciertas ideas (es decir, funcionar como aparatos ideológicos) han de enfrentarse al televidente como un sujeto activo. O dicho de otra manera, se puede ver una misma película o un mismo programa de televisión con muchas actitudes diferentes. Tal vez, cuanto más quiera una película funcionar como herramienta de control, más puntos tendrá para ser una oportunidad de análisis…qué se lo digan a King Vidor! 😉

  3. Dejando de lado las metáforas, si os interesa el tema, os recomiendo el libro. Paso de si el libro es mejor, etc., etc., pero el caso es que es más largo. Vemos cómo y por qué acaba la nueva sociedad de esta gente como acaba y qué pasa con el capitán y los que acaban volviendo.

    Interesa, claro, porque todo este asunto ocurrió de verdad. Los cuatro que quedan en Pitcairn hoy en día son los descendientes de los amotinados y las nativas que se llevaron a la isla.

  4. Le estaba dando un par de vueltas y me parece que quizás como metáfora sirva, pero creo que se trata de un caso de poder soberano en todo momento, que no hay una oposición entre Blight y los amotinados en ese sentido. El interés podría estar, en realidad, en tratarse de un último caso de poder soberano a la antigua, el cual sólo puede darse ya en contexto muy, muy concreto: dentro de un sistema naval militarizado (Royal Navy), y en unas antípodas relativamente inexploradas.

    Primero, sobre el panóptico y la libertad fuera de prisión. La cartografía incompleta creo que nos refiere, precisamente, a un sistema aún medieval, donde siempre había sido posible huir del poder soberano (fugándose al Este como los cosacos, o logrando la libertad–y perdiendo todos los bienes–estableciéndose durante un año en la ciudad).

    Estamos a finales del XVIII, con lo que la capacidad de visualizar del poder a nivel estatal empieza a estar desarrollada, pero el Imperio es otra cosa. No se da un verdadero control del territorio, no hay arquitectura en las borderlands. Todavía, creo yo, ni siquiera se ha planteado el problema de «gobernar a distancia», de controlar una población ultramarina. Sólo se extraen recursos, y eso con suerte. Lo otro llegaría en una fase posterior del colonialismo y, casi más, en el postcolonialismo. El Imperio se mantiene, aún hoy en día, en un estado híbrido, intentando mutar el poder sobre la muerte (OTAN) en poder sobre la vida (PNUD).

    O sea, no creo que exista aqui esa paradoja que se comenta de definir la libertad evitando la prisión. Se trata de una libertad «verdadera», a la vieja usanza, entre otras cosas porque lo que evitan no es la prisión sino la corte marcial y la ejecución segura ya que han cometido un delito de lesa majestad robando y destruyendo una propiedad del rey.

    El segundo punto es sobre la autodisciplina. Aquí tengo más dudas sobre la figura de Christian, pero creo que todavía puede explicarse todo dentro del… iba a decir «marco soberanista» (!!!), pero mejor poder soberano. Sus angustias pueden responder a cuestiones de honor, es decir, todavía pensamiento medieval. De hecho, el conflicto con los otros amotinados y el «Blight ha dejado huella en todos nosotros» reflejaría el contraste y complementariedad de dos poderes soberanos: el del honor aristocrático y el miedo conductista de los plebeyos. En la práctica, el poder del monarca no puede ya llegar hasta ellos, y aunque todos han internalizado su rol de súbditos, sí, creo que no a través de la autodisciplina, sino a palos. Distintas maneras de internalizar distintas cosas. Christian se mueve por altos valores (¿está hablando del Imperio de la Ley, o de limpiar su honor?), los marineros por miedo animal.

    De todas formas, creo que Christian se podría, es cierto, leer de otra manera. Podría ser el único personaje moderno o modernizador. En vez de honor, podríamos hablar de autodisciplina (y/o Imperio de la Ley) ya que es de extracción gentry total, en un contexto militarizado pero profesional, el de la marina mercante (es ese momento: incluso la justificación de Blight pendula de lo soberano-terrorista a lo técnico-profesional). Es decir, disciplinado en el sentido moderno del término.

    Es temprano y aún hace frío como para estar pensando en Tahití. Aquí acabo.

  5. Andaba caminando anoche y hoy mismo por la mañana releyendo mentalmente tu texto y el tweet con el que lo reflejé: «De panópticos, islas y libertad». Lo que me resulta curioso es que describieras espacialmente el panóptico y no la isla o el barco (a modo de «isla móvil»).

    En la isla uno puede ver el límite (el océano o mar) pero sin un dispositivo como un barco no puede salir de esa realidad. De igual forma, uno piensa en una isla e inmediatamente surge la idea de la exploración (Crusoe, Lost!) dado que es un territorio limitado y por eso aprehensible. Es aquí cuando en mi opinión aparecen diferencias espaciales:

    – La isla es aprehensible en su territorio, extensión y conocimiento mientras que en el panóptico se desconoce la totalidad.
    – En la isla y en el panóptico los límites espaciales son claramente identificables: el océano y el muro. El océano se percibe como infinito y el muro como finito.
    – En la isla la experiencia espacial potencialmente es integral mientras que en el panóptico es fragmentada.

    Es aquí donde llega el momento de proponerte otro libro (Eneko!) o película: Papillon (la isla prisión 😉

  6. Eneko, gracias por la referencia del libro, no tenía ni idea! Respecto al relato en sí, ciertamente hago un uso metafórico o, más bien, una interpretación del relato para ilustrar las ideas de Foucault. No es tanto lo que quiere decir la película, más bien lo que puede llegar a expresar. Lo que comentas es muy interesante, da para otro post que contextualice históricamente cómo se va construyendo ese control supraestatal que va emergiendo (que seguro ya se ha hecho y que, en cualquier caso, yo soy incapaz de hacer). A lo que me remitía con lo de «la libertad se basa en evitar la prisión» era a algo que también comenta Foucault respecto a las formas de categorizar «lo social» para poder gobernarlo, para optimizar lo que él llama «el arte de gobernar». Es decir, la cosa va de cómo los diferentes dispositivos lo que en el fondo buscan es naturalizar la dicotomoía normal/anormal, no sólo identificando lo que está bien o mal o lo que es sano y lo que no lo es, sino condicionando la propia existencia de aquellos/as que, si bien anormales pero también subversivos, se descubren a sí mismos imaginando otros modos de vida respondiendo a ese interfaz. Es decir, ¿Cómo pensarse libre fuera de esos dispositivos si condicionas tu noción de libertad a evitarlos?. Una pregunta tal vez abstracta pero que nos lleva a concreciones a partir del minuto dos..

    Paco, a un tipo que se pierde en l’Eixample siendo natural de Barcelona le cuesta horrores pensar espacialmente 😉 Pero, y ahora ya en serio, el Panóptico es más que su propia arquitectura. Foucault habla de panoptismo, que no es tanto una configuración espacial-arquitectónica, sino un conjunto de mecanismos (articulación entre presenciales, virtuales, subjetivos) que determinan el comportamiento de los sujetos. Tanto el panóptico (arquitectura) como la isla formarían parte de lo que Foucault entendía como panoptismo, donde los dispositivos disciplinares se activan y crean un poder diseminado. Y Papillón, buena referencia. De hecho, le daba vueltas a pensar la teoría contractual a través de LOST (sobre todo la primer temporada) ya que las diferentes maneras de interpretar el «Estado de naturaleza» se pueden extraer de diferentes lecturas de la serie. Islas y derechos, menudo tema.

  7. No os descubriré nada, pero para islas y derechos (menudo tema, en efecto), un clásico es el articulito de Susan Strange «Some desert-island stories».

  8. Sin tanta carga literaria, por no decir ninguna, el documental de 2006 «The Human Behavior Experiments» viene a decir lo mismo que este post pero de un modo mucho más crudo. Está hecho para la televisión con lo cual, hay que soportar su amarillismo, su sensacionalismo, su repelente «we know the answers»… pero muestra por ejemplo escenas de los experimentos de Zimbardo, Milgram… que uno se las encuentra descritas luego en muchos libros pero no son tan fácil de encontrar en video. Por si a alguien le interesa, está en las webs de videos, en las piratas y aquí está la crítica del New York Times http://alturl.com/dvmty.

    Este post está bien trabajado, Rubén, y sigues dando razones entonces para volver por aquí. El tema de la libertad y el poder se puede ramificar hasta el infinito y doy por descontado que estarás encantado perdiéndote en ese bosque en el que pasaras días y días disfrutando a pleno pulmón mientras juegas a buscar ahí lo que tú mismo habías escondido en un principio. Nada que decir ni criticar, yo tampoco puedo evitar pasar buena parte de mi tiempo con ese tipo de entretenimientos y me encanta jugar a hacerme el ignorante de algo para así poder empezar a leer, estudiar, pensar…

    La frase con más jugo, por no pertenecer a ese ramaje, aparece al final «la libertad y… su facilitador, el poder». Sin normas, reglas, poder superior… en definitiva, sin cadenas, no hay libertad humana propiamente dicha. Eso de no poder enfrentarse al poder es pura apariencia, como muy bien dices en el título, pero es que sin apariencias, el mundo entero desaparece bajo nuestros pies ¡Qué mejor que ocuparse de ellas entonces! Lo malo es que, queriendo eliminar los panópticos, terminaremos siempre con otro entre las manos. Será el panóptico de los sin panóptico y lo veremos como hermoso y deseable para eso es nuestro hijo, pero panóptico será.

    Creo que la verdadera tarea filosófica está en enfrentarse al nudo gordiano creado por la unión de las cadenas y la libertad. Esta no admite ir saltando de rama en rama sin límite a la vista (algo digno de pensamientos fuertes y sólidos como el tuyo, terreno propio de los posts bien escritos como este o los libros bien argumentados como sin duda también serán los tuyos) sino duchas frías de las que se entra y se sale.

    Lo que has escrito, leído a la luz de lo escrito fuera del texto, en esa última frase, tiene sentido porque estás al cabo de la calle y nadie tiene que contarte nada ya. Tomado tal cual es y leído a la luz de la seriedad a la hora de pensar que muestras en este blog, este post incluído, resulta vacuo y todo queda como meros buenos deseos de un hijo de la modernidad más a los que yo sin duda me sumo y deseo igualmente lo mejor pero para los cuales me temo solo lo peor.

    Un abrazo

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