Dejo la presentación «No diga ideología, diga ADN cultural» que hice en las jornadas ideología, política y gestión cultural organizadas por la Fundación Pedro García Cabrera y la Asociación de Profesionales de la Gestión Cultural de Tenerife.
Mi objetivo era explicar porqué usar «soluciones técnicas más eficaces» para responder problemas políticos ha servido para normalizar una forma de gobierno y gestión neoliberal.
La política cultura que se ha implementado en algunas ciudades ha jugado un papel crucial en esos procesos de gobernanza. Dicho en corto: los procesos de normalización y la política cultural son amigos que se conocen de toda la vida. La cultura ha servido para producir una idea de patrimonio, de gusto, de ciudad, de cohesión social. La cultura normaliza. En Barcelona, la cultura ha funcionado como dispositivo de consenso.
Y la pregunta que no está resuelta: ¿qué nuevas normas traen los nuevos valores? ¿qué nuevos procesos de normalización conlleva una gestión basada en el bien común?
La cara de susto de muchos asistentes no fue porque no entendieran la conferencia sino porque la mayoría de ellos son vieja política, cultura entendida como pelotazo, postureo y, para qué negarlo, de un nivel cultural bajísimo. La conferencia era un Ábrete de orejas. Un aviso y una verdad incontestable: para que la cultura funcione, ellos, como los dinosaurios, van a desaparecer