


Hace unos días, César Rendueles escribía en su blog una entrada titulada ‘la ilusión de los bienes comunes‘ donde se preguntaba si la actual centralidad otorgada a los bienes comunes no estará simplificando los verdaderos retos de una sociedad compleja.Este texto se podría unir a tantos otros que ha escrito David García Arístegui, alertando de ciertas posiciones que expresan una idea de «libertad» confusa y que entra en la madeja de pensar cuánta supuesta cooperación descansa sobre procesos de expolio.
Todo esto sitúa debates interesantes donde habitualmente encontramos posiciones enconadas que parten de preceptos que al parecer no se pueden debatir. Y solo por eso, bienvenidos sean esos textos.
Quería añadir un comentario en el blog de Rendueles, pero al final he optado por una entrada en leyseca ya que quería mejores condiciones para contextualizar algunos «peros». El enfoque de Rendueles en gran parte lo comparto, pero creo que es una aportación con algunos trazos impresionistas. Para entrar en conversación, explico algunos matices, también algunas dudas sobre sus tesis principales y añado cosas que van más allá de los comunes digitales:
1.¿Los gurús tecnológicos hablan de cercamientos digitales?
De entre las muchas analogías que se usan para dar a entender que la red es un espacio naturalmente libre y cooperativo, Rendueles cuestiona aquella que piensa los DRMs –digital rights management– como cercamientos de los comunes digitales. Pero que hay procesos de cercamiento de las tierras digitales no lo dicen gurús tecnológicos, sino perfiles como Yann Moulier Boutang o David Harvey. Ambos, a su manera, hacen una crítica a la economía política liberal, nada que ver con las tareas mesiánicas de los cibereufóricos (sean quienes sean ellos). En cualquier caso, lo importante no es la anécdota de quién lo dice, sino más bien el porqué se habla de cercamientos digitales. Bajo el análisis de Harvey, el imperativo de los protocolos de control y regulación de la producción digital se ensambla a otros tantos movimientos de «cierre» y explotación oligárquica de lo que producimos colectivamente. Sea esa producción lo que envuelve los recursos naturales, los recursos digitales, los saberes populares, el propio cuerpo o la fuerza de trabajo necesaria para que todo esto funcione. De hecho, todas estas no son capas separadas. No en este mundo. Y el proceso de expropiación fundacional del capitalismo no fue un episodio histórico puntual. No en este mundo. Por eso David Harvey habla de la acumulación por desposesión, un proceso dinámico de expropiación que es connatural al régimen capitalista. La acumulación por despoesión no es otra cosa que la insistente ambición histórica de clases dominantes bajo la que desposeernos de manera violenta de lo producido colectivamente. Un proceso continuo y necesario para fundar nuevos ciclos de acumulación capitalista. Esto a su vez quiere decir que el capitalismo no padece las crisis, sino que las produce. Para ello se han de llevar a cabo arreglos («ajustes espacio-temporales», los llama Harvey) que permitan acumular la riqueza necesaria y que reifiquen la pirámide social. Como nos recuerda Harvey, las diferentes fases del capitalismo se apoyan en la histórica y actual mercantilización y privatización de la tierra y expulsión de poblaciones campesinas; conversión de diversas formas de derechos de propiedad –común, colectiva, estatal– en derechos de propiedad exclusivos; supresión del derecho a los bienes comunes; transformación de la fuerza de trabajo en mercancía y la supresión de formas de producción y consumo alternativas; los procesos «coloniales, neocoloniales e imperiales de apropiación de activos, incluyendo los recursos naturales; la monetización de los intercambios y la recaudación de impuestos, particularmente de la tierra; el tráfico de esclavos; y la usura, la deuda pública y, finalmente, el sistema de crédito.» (Harvey, 2004).
Y en uno de esos momentos estamos. Buscando frenar e incidir en los ajustes que aseguren un nuevo ciclo de acumulación y, además, intentando evitar que sus diseñadores se vayan de rositas. Por decirlo rápido, estamos en plena tensión entre dos movimientos contrarios, como ya señalaba Karl Polanyi: un movimiento que entiende el mercado como una institución social de relación y cooperación que debe ser controlado por las comunidades productoras y un movimiento que ve el mercado como un aparato de gobierno y explotación mediado por la mercancía y controlado por una capa social dominante. Un doble proceso que se da, no sin complejidad extrema, en capas diferentes pero no por ello separadas. Pensar que en una de esas capas, la digital, «ya hay libertad» o que «la cooperación se da de manera espontánea» es absurdo. Pensar que la tecnología otorga libertad por ciencia infusa, es un disparate. Si algún gurú tecnológico piensa eso, allá él. A eso supongo que, en el fondo, se refiere Rendueles. Pero esto nos lleva a un punto importante.
2. La red como un espacio ya dado de libertad y cooperación
Desde mi punto de vista, si solo queremos hablar de lo que ocurre en la red (y si aguantamos un rato esa ficción) este es uno de los elementos fundamentales. Es una de las tesis que sobrevuela toda la crítica de César Rendueles, que, más o menos, dice así: parecería que los «ciberactivistas», los «internetcentristas» o los que «Imaginan un mundo lleno de emprendedores celosos de su individualidad pero socialmente conscientes» viven en una red que mágicamente otorga las condiciones requeridas para vivir y relacionarse de manera cooperativa y libre. Estoy bastante de acuerdo con Rendueles y con Arístegui en que ese «ilusionismo» está presente dentro y fuera de la red. Lamentablemente (aunque era de esperar) la arquitectura de la red se parece cada vez más a la arquitectura del territorio global y no al revés. No hace falta imaginar demasiado: concentración de poder, oligopolios y lobbies que actúan para movilizar unas u otras leyes, empresas que tienden al monopolio y que ya están situadas en el centro del mapa de usos de la red, asalto sin regulación de derechos fundamentales de la ciudadanía, explotación de la fuerza de trabajo (gratuita, “voluntaria”..), depredación de los recursos comunes (digitales, naturales, culturales, como guste llamarlos). Por otro lado, desde el violento proceso histórico que separó a los productores de sus medios de producción, los mecanismos para atomizar a la sociedad a través de dispositivos de individualización han sido monstruosos. Esa utopía tecnoliberal que diría algo así como «la red es un espacio de libertad y cooperación ya dado» se parece mucho a la utopía anarcocapitalista que ya conocemos, dando por hecho una equidad y horizontalidad inexistentes, una libertad de elección que se presume no mediada ni condicionada y una «posibilidad propietaria» ilusoria. Si en parte esto es lo que Rendueles quería cuestionar, de acuerdo. Pero se equivoca en afirmar que no hay organización en la red. Que no hay comunidades activas de defensa de lo común en la red. Que no hay algo parecido a lo que Ostrom mira en la gestión comunitaria de recursos naturales. Eso es un error que homogeneiza lo que ocurre dentro y fuera de la red. Hay muchos ejemplos, como X-net o Le quadrature du net. Comunidades que de manera insistente, regular y con un grado de intuición política especialmente hábil, van a la médula de esos planes de «cierre» en la red. También hay propuestas como el copyfarleft, que buscan articular la gestión comunitaria y la apertura de recursos digitales sin que eso vaya en detrimento de la subsistencia de la comunidad productora. Pero un caso sin duda muy destacable es Guifi.net, que empezó llevando la red a entornos rurales donde ni mercado ni estado veían pertinente intervenir. Que le pregunten a Guifi.net cuánto hay de espontáneo en su empeño por construir la infraestructura para una red libre, abierta y neutra de gestión ciudadana. Si se mira su actividad, se verá claro que de eso nada. Si esto no son «relaciones comunitarias densas y continuas» no sé a qué se refiere Rendueles. Si esas comunidades no están construyendo las «condiciones institucionales en las que es más probable que surjan acuerdos sobre los recursos de uso común eficaces y estables» no sé a qué se refiere Rendueles.
Estas comunidades y muchas otras (nacidas antes del #15m o en el seno mismo de la actual movilización social) se suman al repertorio amplio de mecanismos institucionales diseñados para mitigar los efectos del mercado. No sin contradicciones ni complejidades, claro, como la vida misma, cierto. Pero si se observan bien, se podrá ver que no son para nada diferentes y en absoluto contrarias a «las asociaciones ciudadanas, cooperativas, universidades» o al «abanico de intervenciones públicas de enorme diversidad». Unos mecanismos no invalidan los otros, ni tampoco los hacen peores o mejores. Tampoco son esferas separadas, puesto que unos y otros, negocian, se vinculan o entran en tensión continuamente. Desde luego, insisto, ninguno de estos mecanismos son espontáneos ni están faltos de contradicciones y complejidades. La red no es naturalmente un espacio abierto, libre y neutro que pueda permitir procesos de cooperación o relaciones entre pares. De ahí que se organicen comunidades que trabajan en diseñar instituciones para asegurar esas condiciones. Tanto «dentro» como «fuera» de la red. Si es que la ficción que las separa, no es simplemente eso, una ficción.
3. ¿El problema era el «Estado burocrático»?
Este es un tema complejo. No sé si el más complejo de todos, pero merecería todo un punto y aparte. Y bueno, no sé cómo esto puede pensarse solo en contraste o debido a «lo digital». Vamos, que yo no sabría hacer eso. Según el texto de Rendueles, parecería que hablar de bienes comunes es sinónimo de negar lo público-estatal y aquellas instituciones de base social ya existentes por ser ineficaces y engorrosas. Pero es que el enfoque interesante no es ese. La crítica fina no es al Estado burocrático o, mejor dicho, no solo. La crítica es al papel interventor del Estado capitalista en las condiciones bajo las que «se deja» gobernar al mercado hegemónico. El problema no es «cualquier Estado», sino su función neoliberal de la misma manera que el problema no es «cualquier mercado» sino su régimen capitalista. Vamos, la forma Estado y mercado realmente existentes. Y, ahora sí, en este contexto, el problema no es la burocracia, sino su ineficiencia o con qué objetivos trabaja. Sabemos que decir «El Estado» es apenas decir nada. Si el Estado es el producto de la correlación de fuerzas históricas, el Estado no es el propietario de los derechos, sino que «dejamos» que fuera su custodio. Tal vez, no hicimos bien ese pacto…o fueron otros quienes tomaron mal esa decisión. O tal vez ese pacto se lo han saltado a la torera. Sí, más bien parece que es eso. En cualquier caso, insisto, decir «El Estado» es apenas decir nada. El Estado no es simplemente una administración pública centralizada que ofrece servicios de asistencia pública. El Estado no es simplemente un aparato de represión y control que ostenta el monopolio de la violencia. El Estado no es simplemente una maquinaria burocrática densa e ineficiente. Para entender un Estado, hay que situar su condición territorial específica y su engranaje (o tensión) con instituciones no-estatales y supraestatales. Vamos, un tema que si además lo pensamos en el contexto actual y desde los comunes, no se zanja ni mucho menos rápido.
Lo de los comunes es eso que está más allá del estado o del mercado es una sugerente poesía (que yo mismo he usado) pero que necesita todo tipo de matices. Matices que se debaten poco o apenas nada. Genial poder sacar este punto sobre lo público y lo común en el que todavía hay que picar mucha piedra. Yo empezaría, por ejemplo, con el debate que Juan Domingo Sánchez Estop plantea aquí asegurando cosas como: «quien quiera salir del capitalismo valiéndose del Estado, incurre en un error tan grave como salir de la sartén echándose en las ascuas. Se quemará.(…) La base de la libertad es la correlación de fuerzas. Correlaciones de fuerzas que defienden lo común cuando el Estado se descubre como un pésimo guardián de los derechos». El resto de vídeos y el debate de esa misma sesión titulada ‘Comunismo y la cuestión del Estado’ también muy recomendables.
Me gustaría cerrar situando una idea. Seguro obvia, pero creo necesaria. La libertad, la cooperación y el común no surgen espontáneamente gracias a ninguna tecnología ni se crean de manera mágica gracias a ningún Estado. La libertad, la cooperación y el común se conquistan, defienden y se diseñan por comunidades políticas, por instituciones de base social con vínculos continuos, discontinuos, y rarísimos. En la red, en la calles, en las plazas, en las empresas o en los montes. Si estamos de acuerdo en esto y en que todavía hay mucha tela que cortar, lo que puedan decir o no los «internetcentristas», en serio, ¿a quién le interesa?
Voy con prisa (Que raro), así que sólo lanzo algunas pinceladas apresuradas:
– Acabo de releer «Ciudades rebeldes» de David Harvey, y de su lectura yo no infiero que está en contra de «cercamiento de las tierras digitales», visto su análisis de las múltiples modalidades de la acumulación por desposesión. Estoy casi seguro que Harvey está totalmente a favor de un «enclosure» como es la propuesta del «copyfarleft». Es decir, los cercamientos digitales no son ni buenos ni malos en sí mismos (como los analógicos), si no que deberían analizarse en lo referente a su producción y explotación (al menos) desde una perspectiva de clase. Si no, puedes acabar defendiendo con entusiasmo digital ONGs sin ánimo de lucro como Megaupload.
– «Cierre de la red»: si un sarao subvencionado 100% y sin ninguna base social como X-net y sus cahnzas como el Partido-X, textos que no citamos regularmente ni cinco personas en el planeta tierra como es el (lúcido e infravaloradísimo) copyfarleft y experiencias tan limitadas y locales como Guifi.net son las «comunidades activas de defensa de lo común en la red» pues estamos jodidos. Pero MUY MUY jodidos. Estas reconociendo que, hoy por hoy, no hay esas comunidades ni por aproximación.
– Y sí, la poesía de «los comunes es eso que está más allá del estado o del mercado» es bastante nociva. Como dije en (ejem, horreur) tuit dejemos el idealismo y la metafísica del procomún por el análisis concreto de lo realmente existente. Analicemos quién, cómo y por qué subvenciona espacios como el Medialab-prado, zemos98, Free Culture Forum… y anivel más global por qué Google financia a Creative Commons, Berkman Center for Internet and Society o The Stanford Center for Internet and Society.
Utilicemos el materialismo histórico para intentar entender el fetichismo de los «commons», ese que nunca contempla nada parecido a una clase social pero cree en la existencia de una inteligencia colectiva/mente-colmena, en el contexto de darwinismo social rampante y fundamentalismo de mercado.
Utilicemos el materialismo para luchar contra el anarcocapitalismo.
Y que siga el debate, si puede ser en colectivos de barrio, movimientos sociales y sindicatos. No en centros de cultura contemporánea, think tanks o Área(s) de Las Artes, Deportes y Turismo del Ayuntamiento [de turno].
Un abrazo!!!
Hola, muchas gracias por tu respuesta: me ha resultado muy interesante. Comentarla como se merece me llevaría mucho tiempo y creo que merece la pena responder con alguna celeridad para no perder el ritmo del debate. Disculpa, en cualquier caso, la enunciación taquigráfica y las referencias a otros autores. Es una forma de justificarme que no me gusta nada pero que abrevia la argumentación. Hago, a continuación, algunas consideraciones sobre los tres puntos que planteas.
1. Es verdad que la idea de que los procesos de acumulación originaria no se restringen a los momentos iniciales del capitalismo tiene una historia respetable más o menos relacionada con las teorías del imperialismo. En mi opinión, es una tradición teórica muy sugerente pero con importantes problemas conceptuales (no me extiendo: básicamente creo que Tony Brewer tiene razón). En mi opinión esos problemas se incrementan mucho en las extrapolaciones contemporáneas de la idea de acumulación originaria al mundo digital. La noción de intercambio desigual era impresionista, la de comunes digitales me parece sencillamente borrosa.
Citas a Polanyi. Precisamente para mí el punto más débil de la obra de Polanyi es su análisis de los contramovimientos, que le hace caer en una especie de holismo bituminoso. Un contramovimiento es casi cualquier cosa que no siga la dinámica mercantil: la seguridad social, la inversión en armamento, una guardería o el fascismo… Es curioso, porque en los años treinta, antes de La gran transformación, el propio Polanyi criticó en unos términos cercanos a estos las propuestas fabianas de un estado trifuncional.
2. Sé que hay organizaciones en la red. De hecho, participo en alguna. Lo que creo es que las que funcionan bien se parecen mucho más a organizaciones tradicionales que a nuevos artefactos institucionales. Y que muchos fracasos tienen que ver con las limitaciones del modo en que entendemos la cooperación como una preferencia personal. Esto tiene que ver con una distinción básica entre altruismo y compromiso: el primero es una versión de conducta instrumental, el segundo una forma de conducta normativa. Este problema, por cierto, no está limitado ni mucho menos al espacio digital (de algo así habla Elena Béjar en El mal samaritano).
En cualquier caso, me llama la atención el enorme interés que despiertan estas formas de cooperación muy minoritarias y tentativas frente a otras formas de cooperación asentadas y masivas. Alguna gente respondió a lo que escribí diciéndome que no había ninguna necesidad de centrarse en iniciativas pequeñas… ¡como Fagor! Fagor forma parte de la Coorporación Mondragón, que es uno de los diez grupos empresariales más importantes de España y una de las diez cooperativas más grandes del mundo, supone el 3,6% del PIB y el 4% del empleo en Euskadi. En todo el mundo 800 millones de personas participan en cooperativas que dan empleo a más de 100 millones de trabajadores. Se me hace extraño que se hable más de Devian que de esto.
En general, el capitalismo es mucho más complejo de lo que nos imaginamos. Se calcula que menos de la mitad de la población activa mundial se encuentra en una relación capital-trabajo. A nivel mundial, la economía familiar de subsistencia sigue teniendo una enorme importancia. En muchos países ricos, el trabajo de cuidados representa el equivalente a la mitad del PIB.
3. La búsqueda de una salida a la antinomia mercado-burocracia también tiene una larga historia predigital. De hecho, el desarrollo de la informática en la Unión Soviética estuvo muy vinculado a una tentativa similar (La abundancia roja es un relato muy bonito de esto). Tengo muy mala opinión de estas propuestas. La burocracia –entendida como Weber, no como Larra- es una respuesta racional al inmenso problema de desmercantilizar la economía en una sociedad compleja. Me parece una opción políticamente nefasta, pero la verdad es que no conocemos otra y las alternativas deberían tener un grado de concreción similar. Cualquier otra cosa es sencillamente hacerle el trabajo previo a un proceso de remercantilización. Por resumirlo, estoy bastante de acuerdo con el análisis que hace del problema Alec Nove.
Supongo que lo que se puede decir es que estamos en ello, en medio del barrizal.
¿Que nos lo creemos demasiado, que nos autoengañamos? Probablemente, pero es que a veces también hace falta un poquito de autoengaño (el autoengaño como estrategia no como estado mental-vital).
Que estamos subvencionados, que hay intereses ocultos, que menos centros de arte y más plazas y fábricas… Pues la suma de todo, tratando de ser conscientes y no perder perspectiva. Estar alerta, si, pero no dejar de movernos por terrenos resbaladizos ¿Cuáles no lo son? Y rebuscar en la basura.
Si todo va ¿bien? las cosas no serán como lo son ahora (estamos en fase de pruebas), tampoco serán ni blanco ni negro, sin maximalismos (espero). Queda mucho por inventar y mutar, muchas transiciones que hacer, también (necesariamente) desde la conciencia de clase, interesadamente desprestigiada y que habría que retomar (creo que la propia gente ya la está retomando-encarnando).
Y sobre el papel del Estado, yo soy una especie de anarquista socialdemócrata sin demasiado fundamento teórico, pero por ejemplo me parece interesante la idea del Estado-Socio de Michel Bauwnes http://www.consumocolaborativo.com/2012/04/27/plan-para-una-sociedad-p2p-el-estado-socio-y-la-economia-etica/ Más subsidiaridad, participación y transparencia.
En todo caso, mucho por hacer.
(Comentarios traídos del muro de FB de Rubén, sin haber leído los lúcidos comentarios precedentes en esta página)
-G.S: «¿Bienes comunes así en abstracto… o bienes de club con membresía voluntaria y condicionada a cumplir ciertos deberes positivos para disfrutarlos? He ahí el debate fino.»
– Rubén Martínez: Ah, no, no Gustavo Sanromán, eso tienes que desarrollarlo! La separación, bienes de club, bienes públicos, bienes privados y bienes comunes estaría bien ver si funciona. Hasta dónde he leído, hay muchas dudas para su encaje tanto en lo digital como, sobre todo, en ensambles donde entran lo público, lo privado y lo común.
– G.S: Estos conceptos son idealtipus, claro, como todo en Ciencias sociales. En nuestro mundo real, todas esas dimensiones están mutuamente imbricadas, como lo están la esfera privada, la intima, la sopiedad civil, el mercado, la sociedad política y el Estado, en tanto campos interrelacionados pero diferenciables donde se desarrollan respectivamente los diferentes tipos de bienes y subjetividades. Pero señalo que viendo muchas de las definiciones que los optimistas del procomún promueven sobre los bienes comunes, en sus racionalizaciones de los commons precapitalistas, en sus practicas actuales, desde una posición de observador externo, sobre todo cuando es contrapuesta l estado como un sustituto integral, estos bienes comunes coinciden conla definición standar de bien de club, de club tribal en concreto: bien propiedad de un colectivo de pertenencia voluntaria cuya constitucion interna pretende repartir igualitariamente los costes, los beneficios y los roles.En mi opinión, los bines publico-estatales son superiores en cuanto a la universalidad de acceso y al bajo coste en terminos de deberes, esto es, implica menores niveles de moralización perfeccionista entre los «prosumers». Y hay una diferencia crucial entre bienes escasos y bienes digitales, razón por la cual son posibles y dables consistentes posiciones políticas como éstas
http://www.liberalismo.org/articulo/321/69/monopolio/ideas/propiedad/intelectual/
Después tendríamos el especial caso de bienes comunes como los montes comunales, que estaán protegidos por el estado y son un usufructo, una propiedad ideal que no es del todo una propiedad de la generación de comuneros de turno, sino de las generaciones futuras, amparadas por poderes coactivos externos a la comunidad. Creo que de algún modo, la vindicación actual de instituciones como los montes en man común contribuye a aumentar el repertorio de practicas históricas para aquellos que pretenden la cuadratura del círculo útópico de la propiedad, reproduciendo problemas y debates propios de la via yugoslava al socialismo y de la «autogestion bajo gestión popular»: la propiedad social que es a la vez un poco estatal (en ultima instancia, sí, es propiedad nacional soberana), un poco comunitaria-local, un poco del personal, de los prosumers, al rebufo de las potencialidades del comunismo digital -superficialmente analizado, porque éste y su impugnación de la propiedad intelectual es compatible con un capitalismo estricto-: se definiría así el contorno de un nuevo welfarismo estatista sólo que con más participación popular que desdibuje la diferencia de clases/roles y sus conflictos egoistas-gremiales inherentes, esto es, des-diferenciando y re-integrando la esfera social con la esfera estatal, reconciliando y unificando la subjetividad del individuo y el ciudadano, del contribuyente y el cliente, del elector y el elegido, tal y como defiende el marxismo, sería la asíntota utópica de los nuevos socialismos commoners, en suma.¿Cómo lo ves?
tra nota: incluso aceptando que los free riders que usan, copian y hasta se lucran privadamente de bienes digitales pueden ser dañinos para la continuidad de bienes comunales en el entorno digital, nunca podría haber una tragedia de los comunes mientras los bienes sean infinitamente reproducibles. Pueden desincentivar el que haya creadores que des-cercan, liberan, su aportación digital, pero no esquilmar y agotar lo ya creado. Por ejemplo, el que gana dinero alojando en su web, o imprimiendo, articulos de la wikipedia si ncontribuir, o el medio empresarial que usa fotos de un periodista de un medio Indy, no esquilman, a lo peor desincentivan la aparición de nuevos bienes originales, incluso aunque no respeten las clausulas de las licencias CC de turno. Pero a su vez los neocomunistas tendrán que reconocer, del lado de los manuales de economía ortodoxa, que ciertas medidas de cercamiento frente a los free riders, son necesarias tecnicamente y deseables en términos éticos, tanto para retribuir al trabajador como para obligar a los users a aceptar condiciones de uso, p.ej. como las del copyfarleft (o, sin más, pagar al modo clásico del mercado). Esto vendría a darle un poco de razón a Milton Friedman, que decía aquéllo de que «no hay algo así como un desayuno gratis» (solo un estado puede permitirse sosteniblemente que haya tax receivers netos,clientes que no pagan, en su comunidad). Un libro para repasar: «El faro en la economía», donde se discute el paradigma samuelsiano del faro como bien público que en teoría solo un estado podría implementar: los anarcoliberales replicaron que los primeros faros ingleses fueron creados por la iniciativa privada, sin necesidad de impuestos ni estado, mediante crowdfounding entre los interesados de cada localidad, comerciantes normalmente. Gracias por permitir que te aspergee el muro, aguardo tus réplicas, unha forte aperta.