Archivo de la categoría: poder

En una palabra: democracia

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Texto publicado en Nativa.cat.

«Escuchad una palabra que para mi y a partir de ahora para todos va a ser muy importante: baloncesto»

Pepu Hernández, el entonces seleccionador del equipo español, dijo esto cuando ganaron el Mundial del 2006. No sonaba ridículo, ni absurdo, ni ingenuo. Más allá de lo simpático que resulte el baloncesto, las selecciones o los mundiales, en esa frase asomaba algo potente. Lo que se decía era simple: «jugamos a esto, parece que lo hacemos bien, tal vez el baloncesto sí que importa». O más simple: «Hola, estamos aquí». Un toque de atención, un aviso, una alerta para aquellos que pensaban que toda esa energía simplemente no existía. Un gesto que se basa en una manera particular de subrayar lo obvio y que por eso se vuelve poderoso. Poderoso porque es una reivindicación tan sencilla y humilde como amenazante y empoderadora.

«Escuchad una palabra que para nosotrxs y a partir de ahora para todxs va a ser muy importante: democracia»

Esto dijo el #15M al transmitir una manera de entender la Democracia que ya no tiene marcha atrás. La Democracia ya no significa simplemente votar cada 4 años, sino autogobierno y control sobre el poder, bienestar y justicia social, derechos sociales e instituciones de garantía. También valores compartidos y prácticas directas de gestión de lo común, procesos de deliberación permanentes en todas las escalas de gobierno e instrumentos para rediseñar normas que se adapten a nuevos procesos sociales. La Democracia vuelve a tomar pleno sentido. Subrayando lo obvio dijimos: «Hola, estamos aquí.» Una reivindicación tan sencilla y humilde como amenazante y empoderadora. Hoy democracia ya no significa votar a un candidato ni es sinónimo de un tedioso espacio de rifirrafes entre partidos políticos que creen monopolizar las competencias técnicas para gobernarnos. Hoy la democracia es un cambio en las reglas de juego. Esa idea de democracia ya forma parte del sentido común, justo eso fue lo que ganamos.

Más democracia, una democracia genuina o una mayor profundización en los valores democráticos, supone entonces practicar algo constituido por diferentes dimensiones. La democracia es tanto una actividad cívica como un nuevo régimen; otra forma de sociedad emergente que inventa un modo de gobierno. Esos cambios en nuestra cultura democrática empiezan a perfilarse ya como un hecho, pero los cambios en las reglas del juego son todo un reto.

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La ilusión de los bienes comunes. Cierto, pero..

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Hace unos días, César Rendueles escribía en su blog una entrada titulada ‘la ilusión de los bienes comunes‘ donde se preguntaba si la actual centralidad otorgada a los bienes comunes no estará simplificando los verdaderos retos de una sociedad compleja.Este texto se podría unir a tantos otros que ha escrito David García Arístegui, alertando de ciertas posiciones que expresan una idea de «libertad» confusa y que entra en la madeja de pensar cuánta supuesta cooperación descansa sobre procesos de expolio.

Todo esto sitúa debates interesantes donde habitualmente encontramos posiciones enconadas que parten de preceptos que al parecer no se pueden debatir. Y solo por eso, bienvenidos sean esos textos.

Quería añadir un comentario en el blog de Rendueles, pero al final he optado por una entrada en leyseca ya que quería mejores condiciones para contextualizar algunos «peros». El enfoque de Rendueles en gran parte lo comparto, pero creo que es una aportación con algunos trazos impresionistas. Para entrar en conversación, explico algunos matices, también algunas dudas sobre sus tesis principales y añado cosas que van más allá de los comunes digitales:

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Gobernar al rebelde

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texto originalmente publicado en la columna “lotería de palabras” de Nativa.cat

La película Braveheart narra la historia de William Wallace, rebelde escocés que luchó en la primera guerra de la independencia de Escocia. Braveheart relata la vida de una figura heroica sin la que parece imposible imaginar el proceso de liberación de las tierras escocesas frente al dominio de la corona inglesa. Pero más allá de ese relato que nos cuenta el momento de sublevación del líder de una comunidad oprimida, traigo Braveheart para señalar otro tema. Un tema que corre en paralelo a la épica de la película y que es un subtexto típico en las narrativas bélicas. Se trata de la idea de «poder» que contiene Braveheart. De esa noción de un poder soberano, en este caso el Rey de Inglaterra, que busca hacer obedecer a un sujeto rebelde, en este caso William Wallace. En resumen: la idea de un poder soberano que para gobernar al rebelde, tiene que matarlo.

Gobernar matando

Esa noción tradicional de poder soberano que busca la obediencia a través de la espada, establece la guerra como momento cumbre, momento en el que matar es sinónimo de gobernar. Y esto es lo que trasmite la película, es decir, un Rey que sabe que la perpetuación o la extensión de su poder se basa en hacer obedecer matando. Parecería entonces que Braveheart contiene esa idea de un poder cuyo mecanismo esencial es hacer morir. O tal vez no. Tal vez Braveheart habla de un poder algo más complejo, de un poder que desborda esa noción tradicional donde aniquilar al rebelde ya es suficiente para gobernarlo.

En el desenlace de Braveheart, William Wallace es capturado y condenado a muerte. Esta parte final narra justo el momento en el que Wallace va a ser decapitado en la plaza pública. Pero esta secuencia, además del empeño de Mel Gibson por provocarnos el llanto fácil, nos ofrece otras cosas. De hecho, si vemos ese final pensando que matar es gobernar y que en consecuencia liberarse es no morir, se dan dos paradojas: la paradoja del poder soberano y la paradoja del condenado. Seguir leyendo Gobernar al rebelde

Acumulación por desposesión

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texto originalmente publicado en la columna “lotería de palabras” de Nativa.cat

Desposeídos de la cultura, desposeídos de la sanidad, desposeídos de la educación, desposeídos de la propiedad, desposeídos de nuestro cuerpo, desposeídos de nuestra dignidad, desposeídos de nuestros derechos, desposeídos de otra posibilidad. La historia del capitalismo es la historia de una continua desposesión, la historia de una continua extracción de aquello producido colectivamente. Sin esa continua acumulación por desposesión, sin los decretos, rumbos institucionales y tácticas capitalistas para cercar y extraer renta de la producción social, el régimen de acumulación capitalista no podría mantenerse. Esa es la esencia de un modelo injusto en su origen e injusto en su desarrollo histórico. Si bien el presente habla por sí solo, viajemos un momento a finales del siglo XV para situar sus inicios.

Es bien conocido cómo el paso de una economía feudal a una economía de base capitalista vino acompañado por un violento proceso bajo el que se expulsó a las clases campesinas de las tierras comunales, medio que constituía su principal fuente de supervivencia. Esto fue lo que Karl Marx describió en el El Capital como “acumulación originaria”, capítulo fundacional del capitalismo que dejaba patas arriba la supuesta “transición natural” que con tanta insistencia relataban los economistas liberales. A su vez, en el libro El Calibán y la bruja (Federici, 2004) la militante feminista Silvia Federici sitúa en el centro del análisis de la acumulación originaria las cacerías de brujas de los siglos XVI y XVII; la persecución y quema de mujeres que no querían aceptar su papel servil hacia el hombre fue tan importante para el desarrollo del capitalismo como la colonización y la expropiación del campesinado europeo de sus tierras. Como comenta Federici «la importancia económica de la reproducción de la mano de obra llevada a cabo en el hogar, y su función en la acumulación del capital, se hicieron invisibles, confundiéndose con una vocación natural y designándose como “trabajo de mujeres”» (Federici, 2004) . Desposesión y normativización de las tierras, desposesión y normativización de los cuerpos, desposesión y usurpación de otros modos de existencia.

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Hegemonía cultural

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texto originalmente publicado en la columna «lotería de palabras» de Nativa.cat

 

No hace mucho llegaba a mis manos el libro del antropólogo norteamericano David Graeber titulado “En deuda: Una historia alternativa de la economía”. En este libro, Graeber explica la construcción de uno de los imperativos que parecen estructurar nuestras sociedades y que, de hecho, se relata como máxima para que nuestras bases de convivencia y desarrollo no se desplomen: pagar las deudas. Para contrastar el poder que la deuda ha tomado a día de hoy, Graeber explica otras tradiciones y momentos históricos donde ésta no se pensaba como punto de no retorno. Entre otros, Graeber señala la celebración del Jubileo. El Jubileo hebreo era un año de celebraciones religiosas que tenía lugar cada medio siglo, momento en el que las deudas quedaban saldadas. Esta tradición encuentra sus raíces en el Antiguo Testamento, en concreto en el libro Levítico donde se resaltaba: «Declararéis santo el año cincuenta, y proclamaréis en la tierra liberación para todos sus habitantes. Será para vosotros un jubileo; cada uno recobrará su propiedad, y cada cual regresará a su familia» (Levítico, 25:10).

En la actualidad parece que la Carta Magna que busca determinar nuestra moral no es ningún libro sagrado ni ninguna Constitución pactada socialmente. Más bien, el sistema de valores que se consideran convenientes vienen formulados por una particular Santa Trinidad: La Troika Europea. La Troika, formada por la Comisión Europea, el Banco Central Europeo (BCE) y el Fondo Monetario Internacional (FMI), ha ido construyendo un nuevo salmo que, si bien promete estar fundado en estrictos términos económicos, se apoya en un conjunto de valores de carácter moral. Estos valores dominantes quedan reflejados en un axioma que al parecer hemos interiorizado sin demasiados complejos: “uno debe pagar sus deudas”. Como bien señala Graeber: «La razón por la que la frase “uno debe pagar sus deudas” es tan poderosa es que no se trata de una declaración económica sino de una declaración moral» (David Graeber)

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SED LIBRES I

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La aparente imposibilidad de enfrentarse al poder: el Panoptismo y Rebelión a Bordo*

«Para hacer funcionar de acuerdo con la teoría pura de los derechos y las leyes, los juristas se imaginaban en el estado de naturaleza; para ver funcionar las disciplinas perfectas, los gobernantes soñaban con el estado de la peste».

Michel Foucault, Vigilar y Castigar (1979:202)

1. El Panoptismo y la sociedad disciplinaria

En el tercer capítulo del libro ‘Vigilar y Castigar. Nacimiento de la prisión’ (ed. Siglo XXI, 1979) Michel Foucault analizó lo que él mismo denominó sociedad disciplinaria a través de la figura arquitectónica del Panóptico de Bentham (imagen1). El relato sobre el Panoptismo es tal vez uno de los más conocidos de Foucault ya que expone de manera clara su idea sobre los dispositivos disciplinares, es decir, maniobras bajo las que aquel que detenta el poder somete a otros a normas, leyes y modos de comportamiento a través del castigo y la vigilancia. En la sección que dedica al Panoptismo, Foucault estudia primero los protocolos usados a finales del siglo XVIII para controlar el contagio de la peste en las ciudades. Finalmente, pasa a analizar el Panóptico, buscando comprender las transformaciones de los sistemas disciplinarios en los siglos XVII y XVIII, momento en el que se extienden los dispositivos de disciplina pasando de una disciplina de la excepción a una vigilancia generalizada. El Panoptismo «es el principio general de una nueva «anatomía política» cuyo objeto y fin no son la relación de soberanía sino las relaciones de disciplina» (1979:212). Y esos mecanismos disciplinares, claro está, naturalizan relaciones de poder. Foucault dedicará gran parte de su tarea arqueológica a rastrear cómo se conforman las diferentes «arquitecturas» disciplinares (escuelas, hospitales, psiquiátricos, cárceles) y los diferentes mecanismos que va creando esa red de dispositivos que ordenan, controlan, vigilan y normativizan el cuerpo social garantizando «una distribución infinitesimal de las relaciones de poder» (1979: 219).

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¿Y quién maneja mi barca, quién?

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Post (algo denso) originalmente publicado en Zemos98.org del que he recuperado la cita que encabeza este blog.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

«Lo normal no es idéntico a la norma pero puede adoptar su función. La normalidad nunca es algo externo, porque somos nosotros y nosotras quienes la garantizamos y la reproducimos con alteraciones. De acuerdo con esto, nos gobernamos en el dispositivo que conforman la gubernamentalidad, la biopolítica y el capitalismo, en la misma medida en que nos normalizamos» (Isabell Lorey)

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