Archivo de la categoría: innovación social

Procomún, propiedad y comunidades

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Los commons son un fenómeno complejo y a la vez complicado. Complejo porque depende de varios elementos que hay que tener en cuenta a la vez; complicado porque parece haber un exceso de definiciones o de acercamientos diferentes que expanden su significado. En la última reunión general del Laboratorio del Procomún de Medialab Prado (febrero 2012) Juan Freire abría la sesión comentando que “lo que hace interesante al procomún es esa incapacidad para ser definido” citando la entrevista en el blog código abierto a Antonio Lafuente. Si bien estoy de acuerdo con muchas cosas que se comentaron durante la sesión, la verdad es que me cuesta un poco celebrar que algo esté poco definido. Bien visto, si así fuera, me pasaría todo el día de fiesta ya que de indefiniciones sin duda andamos bien servidos. Pero temo que el problema sea el inverso, que más bien se está vaciando «procomún» de significado –por saturación–y que hay ciertas nociones, al parecer algo incómodas, que no acaban de relacionarse con el concepto. Como ya adelanta el título de este post, me refiero a conceptos como el de comunidad y, especialmente, el de propiedad.

Entraré un poco a lo bruto. Desde mi punto de vista, la falta de definición no hace especialmente interesante al procomún y, de hecho, no es algo que lo caracterice. Pensar el procomún como «experiencia» o como «ausencia» (ambas usadas en la sesión de Medialab Prado) son buenos acercamientos poéticos, pero añaden a su vez filtros borrosos que no nos permiten ver lo evidente. Por otro lado, se mezcla procomún con otras ideas de tono más esotérico como «lo común» o «el común» que estiran tanto el concepto que acercan su significado al «todo vale». Como le he oído decir varias veces a Marga Padilla «Cuando todo vale, nada importa«. No podría estar más de acuerdo. Si bien el error puede generar conocimiento, eso no es sinónimo de que la confusión sea algo más que..confusión.

Tal vez, para analizar un fenómeno social, éste ha de ser observable y debe no solo contar con alguna definición, sino que es conveniente encontrar aquellas variables que nos permitan reconocerlo. Suena obvio pensar que si algo es algo es gracias a diferenciarlo de cualquier otra cosa. Estaremos de acuerdo que un poco de concreción es, como mínimo, deseable. Es cierto que hay conceptos poliformes, polisémicos y poligoneros, pero me ilusiona pensar que cuantos menos, mejor.

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La participación ciudadana: procesos de emergencia política en la esfera cultural

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Este texto se escribió después de una sesión de trabajo organizada por la Direcció General de Participació Ciutadana de la Generalitat de Catalunya y coordinada por Indicultura Mundial (empresa formada por Ferrán Farré y Jordi Oliveras de Indigestió) – a quienes agradezco mucho la invitación-. El objetivo de la sesión era contribuir a la confección del Libro Verde para la mejora de la participación ciudadana pero, de manera más específica, una de las premisas de reflexión que se proponía en esta sesión era “promover un proceso de reflexión orientado a un mayor empoderamiento de la ciudadanía en relación a la cultura”. Durante esa sesión lancé una serie de ideas que ahora me propongo desplegar y que -afortunadamente- se vieron afectadas por lo que entre todos y todas intercambiamos durante la sesión en las que también participaban Rafa Milán, Eduard Miralles, Christian Añó, Lídia Dalmau (de Sinapsis) y Nando Cruz.

1. Introducción

De entrada, creo necesario remitirme al origen que es a su vez producto final de esta y otras muchas sesiones que se están desarrollando: el Llibre Verd de la qualitat democràtica. La crisis de representación política que se ha venido desarrollando durante las últimas décadas es un hecho irrefutable. Tal vez haya varias maneras de explicar porqué los niveles de participación en las urnas cada vez que la democracia nos cita nunca han sido excesivamente altos a nivel europeo. Y tal vez exista la intuición de que fomentar otras parcelas de participación ciudadana pueden equilibrar el nivel de desconfianza que progresivamente ha ido adquiriendo la clase política. En principio, entiendo el estímulo que guía estos procedimientos de consultoría sectorial en busca de pensar modelos de participación e incluso intentar conformar una especie de think tank descentralizado que arroje sus ideas al diseño de un Libro Verde para ese fin. Pero una mirada microscópica nos revelará que ese desconfianza no solo genera una crisis representativa, sino que es a su vez estímulo para diseñar desde la propia ciudadanía otros modelos de organización política; formas de intentar subvertir la normatividad y producir heterogeneidad.

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