Todas las entradas de: Rubén Martínez

Acumulación por desposesión

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texto originalmente publicado en la columna “lotería de palabras” de Nativa.cat

Desposeídos de la cultura, desposeídos de la sanidad, desposeídos de la educación, desposeídos de la propiedad, desposeídos de nuestro cuerpo, desposeídos de nuestra dignidad, desposeídos de nuestros derechos, desposeídos de otra posibilidad. La historia del capitalismo es la historia de una continua desposesión, la historia de una continua extracción de aquello producido colectivamente. Sin esa continua acumulación por desposesión, sin los decretos, rumbos institucionales y tácticas capitalistas para cercar y extraer renta de la producción social, el régimen de acumulación capitalista no podría mantenerse. Esa es la esencia de un modelo injusto en su origen e injusto en su desarrollo histórico. Si bien el presente habla por sí solo, viajemos un momento a finales del siglo XV para situar sus inicios.

Es bien conocido cómo el paso de una economía feudal a una economía de base capitalista vino acompañado por un violento proceso bajo el que se expulsó a las clases campesinas de las tierras comunales, medio que constituía su principal fuente de supervivencia. Esto fue lo que Karl Marx describió en el El Capital como “acumulación originaria”, capítulo fundacional del capitalismo que dejaba patas arriba la supuesta “transición natural” que con tanta insistencia relataban los economistas liberales. A su vez, en el libro El Calibán y la bruja (Federici, 2004) la militante feminista Silvia Federici sitúa en el centro del análisis de la acumulación originaria las cacerías de brujas de los siglos XVI y XVII; la persecución y quema de mujeres que no querían aceptar su papel servil hacia el hombre fue tan importante para el desarrollo del capitalismo como la colonización y la expropiación del campesinado europeo de sus tierras. Como comenta Federici «la importancia económica de la reproducción de la mano de obra llevada a cabo en el hogar, y su función en la acumulación del capital, se hicieron invisibles, confundiéndose con una vocación natural y designándose como “trabajo de mujeres”» (Federici, 2004) . Desposesión y normativización de las tierras, desposesión y normativización de los cuerpos, desposesión y usurpación de otros modos de existencia.

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Cercamientos digitales

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Ya ha salido el libro Cultura libre digital. Nociones básicas para defender lo que es de todxs editado por Icaria bajo la dirección de X.Net y Free Culture Forum. La recopilación de textos busca situar de manera muy pedagógica qué es eso de la cultura libre sin entrar en algunos debates actuales (que exigirían un trabajo específico). Los autores son @axebra, EDRI, FCForum, Fernando Acero Martín, Jaron Rowan, Simona Levi y yo mismo.

El libro se puede comprar y/o descargar online en la web de Icaria. Dejo aquí mi texto para que sea más fácil poder comentar, añadir o sugerir ideas.

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LOS CERCAMIENTOS DIGITALES
Amenazas, retos y futuros de las nuevas tierras comunales [1]

 

“Esta es tú tierra, esta es mi tierra, desde Calahorra hasta Wikipedia” [2]
Fundación Robo

 

1. ¿Cercamientos?

Los cercamientos (enclosures [3]) fueron una serie de leyes que el Parlamento Inglés ejecutó durante los siglos SXVII y XVIII bajo las que se expropiaron tierras en régimen comunitario (commons), recursos que suponían un medio de existencia para las clases campesinas. Este fue un episodio fundamental para entender el paso de una economía feudal al capitalismo y supuso el desenlace que ya conocemos: la supresión de los medios de producción a las gentes que producían riqueza trabajando la tierra. En un breve párrafo del primero libro de El Capital Karl Marx relata la importancia de este momento de manera bastante ilustrativa:

“En la historia de la acumulación originaria hacen época, desde el punto de vista histórico, todas las transformaciones radicales que sirven de palanca a la clase capitalista en formación; pero sobre todo los momentos en los que las grandes masas de hombres se ven despojados repentina y violentamente de sus medios de subsistencia y lanzadas al mercado de trabajo en calidad de proletarios libres. La expropiación de las tierras del productor rural, del campesino, constituye la base de todo el proceso” (Marx, 2007: 200)

Marx apunta el momento en que son cercados los commons, es decir, bosques, ríos, campos, etc. que gestionaban directamente las comunidades. Es así como los comuneros perdieron su capacidad de sostenerse a través de la explotación de dichos recursos naturales y conformarán una masa proletarizada obligada a ofrecer su fuerza de trabajo para sobrevivir. Este fenómeno discurre en paralelo a dos acontecimientos no menos importantes, el proyecto colonial y la caza de brujas – proceso al que Karl Marx no prestó atención y que Silvia Federici ha estudiado con precisión médica– también caracterizados por el uso de niveles extremos de violencia. Estos procesos desmienten las teorías de los economistas clásicos que explicaron el desarrollo del capitalismo como producto de una serie de acontecimientos “naturales”. La transición de una economía feudal a los primeros estadios del capitalismo (en esos momentos mercantilismo) para nada fue un proceso limpio ni natural, al contrario, fue un periodo violento, repleto de revueltas y brutalidad. Si bien, como nos recuerda Elinor Ostrom, a día de hoy la gestión comunitaria de recursos naturales sigue existiendo y en ocasiones se muestra más eficaz que los modelos de gestión basados en la propiedad pública o privada, el régimen de propiedad comunal ha sido largamente ignorado cuando no invisibilizado institucionalmente.
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Hegemonía cultural

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texto originalmente publicado en la columna «lotería de palabras» de Nativa.cat

 

No hace mucho llegaba a mis manos el libro del antropólogo norteamericano David Graeber titulado “En deuda: Una historia alternativa de la economía”. En este libro, Graeber explica la construcción de uno de los imperativos que parecen estructurar nuestras sociedades y que, de hecho, se relata como máxima para que nuestras bases de convivencia y desarrollo no se desplomen: pagar las deudas. Para contrastar el poder que la deuda ha tomado a día de hoy, Graeber explica otras tradiciones y momentos históricos donde ésta no se pensaba como punto de no retorno. Entre otros, Graeber señala la celebración del Jubileo. El Jubileo hebreo era un año de celebraciones religiosas que tenía lugar cada medio siglo, momento en el que las deudas quedaban saldadas. Esta tradición encuentra sus raíces en el Antiguo Testamento, en concreto en el libro Levítico donde se resaltaba: «Declararéis santo el año cincuenta, y proclamaréis en la tierra liberación para todos sus habitantes. Será para vosotros un jubileo; cada uno recobrará su propiedad, y cada cual regresará a su familia» (Levítico, 25:10).

En la actualidad parece que la Carta Magna que busca determinar nuestra moral no es ningún libro sagrado ni ninguna Constitución pactada socialmente. Más bien, el sistema de valores que se consideran convenientes vienen formulados por una particular Santa Trinidad: La Troika Europea. La Troika, formada por la Comisión Europea, el Banco Central Europeo (BCE) y el Fondo Monetario Internacional (FMI), ha ido construyendo un nuevo salmo que, si bien promete estar fundado en estrictos términos económicos, se apoya en un conjunto de valores de carácter moral. Estos valores dominantes quedan reflejados en un axioma que al parecer hemos interiorizado sin demasiados complejos: “uno debe pagar sus deudas”. Como bien señala Graeber: «La razón por la que la frase “uno debe pagar sus deudas” es tan poderosa es que no se trata de una declaración económica sino de una declaración moral» (David Graeber)

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Innovar desobedeciendo

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texto originalmente publicado en la columna «lotería de palabras» de Nativa.cat

 

Innovar desobedeciendo. No puedo dejar de imaginar lo contento que estaría el economista austríaco Schumpeter si levantara la cabeza y leyera eso. Puede sonar delirante, pero creedme que pienso en su gesto socarrón mientras grita: “Exacto, hace casi un siglo ya dije que el emprendedor introduce novedades disruptivas en el mercado para innovar!” o cosas que oímos a diario pero que también son de cosecha schumpeteriana: “Veo que por fin has entendido la teoría de los ciclos económicos; solo se sale de una crisis con una mentalidad empresarial innovadora!”. Llegados a este punto en el que Schumpeter se pondría un poco pesado, habría que matizar. Pues al decir “innovar desobedeciendo” no me refiero a infringir las normas de planificación o a saltarse los manuales que aseguran contener la fórmula del maná empresarial. Al decir desobedecer, querido Schumpeter, me refiero a desobediencia civil, a acciones no violentas que se enfrentan a la ley. Al decir “innovar desobedeciendo” me refiero a provocar o conducir innovaciones sociales y políticas a través de estrategias que desobedecen o se enfrentan a las normas de un sistema económico y político incapaz de repensarse. Una vez dicho esto, cuesta imaginar la cara que pondría Schumpeter.

Pero insinuar que en la desobediencia civil hay un camino para la innovación social no es del todo innovador, ni siquiera novedad. Tenemos múltiples ejemplos históricos de procesos de desobediencia civil que han servido para conquistar derechos sociales, para reescribir leyes que eran excluyentes y para reformular pactos sociales. Decía Hannah Arendt en su libro “La crisis de la república” (1972) que la desobediencia civil surge cuando un significativo número de ciudadanos y ciudadanas ha llegado a convencerse de que, o bien ya no funcionan los canales normales de cambio y de que sus quejas no será oídas, o bien porque el Gobierno persiste en modos de acción cuya legalidad y constitucionalidad quedan abiertas a graves dudas.

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Estado, Mercado y Commons

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A principios del pasado mes de julio, el IGOP (Institut de Govern i Polítiques Públiques) y la Universitat Autònoma de Barcelona organizaron una serie de cursos que ponían el foco de atención sobre los commons. Bajo el título «Els Béns Comuns: una alternativa al Binomi Mercat-Estat?«, el programa estaba dividido en tres áreas diferentes (una por curso) donde los commons han ido ganado especial relevancia durante los últimos años: 1. commons digitales, 2. commons y democracia, 3. commons y economía social. Los asistentes y coordinadores de los cursos acabamos compartiendo aula de debate en una sesión final conjunta titulada «una visión integral de los commons». El principal objetivo de esta sesión era doble. Por un lado, intentar articular los diferentes marcos analíticos y casos de estudio que habían aparecido en los cursos. Por otro lado, entre las presentaciones iniciales, las aportaciones del equipo de coordinación y las intervenciones del conjunto de los participantes, la idea era intentar aportar algunas respuestas a la pregunta  ¿Es posible pensar los commons como la base de un modelo social más justo?.

Para compartir lo que ese día comentamos y para ver si podemos extender aquí la conversación sobre las dudas y reflexiones que aparecieron,  a continuación adjunto el texto de presentación de la jornada, los vídeos e imágenes de las presentaciones, así como algunos comentarios para situar cada una de las intervenciones (la mayoría son en catalán).

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SED LIBRES I

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La aparente imposibilidad de enfrentarse al poder: el Panoptismo y Rebelión a Bordo*

«Para hacer funcionar de acuerdo con la teoría pura de los derechos y las leyes, los juristas se imaginaban en el estado de naturaleza; para ver funcionar las disciplinas perfectas, los gobernantes soñaban con el estado de la peste».

Michel Foucault, Vigilar y Castigar (1979:202)

1. El Panoptismo y la sociedad disciplinaria

En el tercer capítulo del libro ‘Vigilar y Castigar. Nacimiento de la prisión’ (ed. Siglo XXI, 1979) Michel Foucault analizó lo que él mismo denominó sociedad disciplinaria a través de la figura arquitectónica del Panóptico de Bentham (imagen1). El relato sobre el Panoptismo es tal vez uno de los más conocidos de Foucault ya que expone de manera clara su idea sobre los dispositivos disciplinares, es decir, maniobras bajo las que aquel que detenta el poder somete a otros a normas, leyes y modos de comportamiento a través del castigo y la vigilancia. En la sección que dedica al Panoptismo, Foucault estudia primero los protocolos usados a finales del siglo XVIII para controlar el contagio de la peste en las ciudades. Finalmente, pasa a analizar el Panóptico, buscando comprender las transformaciones de los sistemas disciplinarios en los siglos XVII y XVIII, momento en el que se extienden los dispositivos de disciplina pasando de una disciplina de la excepción a una vigilancia generalizada. El Panoptismo «es el principio general de una nueva «anatomía política» cuyo objeto y fin no son la relación de soberanía sino las relaciones de disciplina» (1979:212). Y esos mecanismos disciplinares, claro está, naturalizan relaciones de poder. Foucault dedicará gran parte de su tarea arqueológica a rastrear cómo se conforman las diferentes «arquitecturas» disciplinares (escuelas, hospitales, psiquiátricos, cárceles) y los diferentes mecanismos que va creando esa red de dispositivos que ordenan, controlan, vigilan y normativizan el cuerpo social garantizando «una distribución infinitesimal de las relaciones de poder» (1979: 219).

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Procomún, propiedad y comunidades

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Los commons son un fenómeno complejo y a la vez complicado. Complejo porque depende de varios elementos que hay que tener en cuenta a la vez; complicado porque parece haber un exceso de definiciones o de acercamientos diferentes que expanden su significado. En la última reunión general del Laboratorio del Procomún de Medialab Prado (febrero 2012) Juan Freire abría la sesión comentando que “lo que hace interesante al procomún es esa incapacidad para ser definido” citando la entrevista en el blog código abierto a Antonio Lafuente. Si bien estoy de acuerdo con muchas cosas que se comentaron durante la sesión, la verdad es que me cuesta un poco celebrar que algo esté poco definido. Bien visto, si así fuera, me pasaría todo el día de fiesta ya que de indefiniciones sin duda andamos bien servidos. Pero temo que el problema sea el inverso, que más bien se está vaciando «procomún» de significado –por saturación–y que hay ciertas nociones, al parecer algo incómodas, que no acaban de relacionarse con el concepto. Como ya adelanta el título de este post, me refiero a conceptos como el de comunidad y, especialmente, el de propiedad.

Entraré un poco a lo bruto. Desde mi punto de vista, la falta de definición no hace especialmente interesante al procomún y, de hecho, no es algo que lo caracterice. Pensar el procomún como «experiencia» o como «ausencia» (ambas usadas en la sesión de Medialab Prado) son buenos acercamientos poéticos, pero añaden a su vez filtros borrosos que no nos permiten ver lo evidente. Por otro lado, se mezcla procomún con otras ideas de tono más esotérico como «lo común» o «el común» que estiran tanto el concepto que acercan su significado al «todo vale». Como le he oído decir varias veces a Marga Padilla «Cuando todo vale, nada importa«. No podría estar más de acuerdo. Si bien el error puede generar conocimiento, eso no es sinónimo de que la confusión sea algo más que..confusión.

Tal vez, para analizar un fenómeno social, éste ha de ser observable y debe no solo contar con alguna definición, sino que es conveniente encontrar aquellas variables que nos permitan reconocerlo. Suena obvio pensar que si algo es algo es gracias a diferenciarlo de cualquier otra cosa. Estaremos de acuerdo que un poco de concreción es, como mínimo, deseable. Es cierto que hay conceptos poliformes, polisémicos y poligoneros, pero me ilusiona pensar que cuantos menos, mejor.

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decálogo para prácticas culturales de código abierto

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Varias personas cercanas y buenos amigos/as, van a juntarse durante unos días para crear un «decálogo de prácticas culturales de código abierto». Me pidieron si podía ofrecer una «palabra clave» a modo de aportación para las sesiones intensivas en las que quieren acabar elaborando un libro/manual. Como ya han estado reuniendo muy buenas ideas, he intentado pensar algo con un poco de enjundia. Mi aportación es «jurisprudencia», entendiéndola como la fusión entre las tecnologías (protocolos, prototipos, licencias, decálogos) y las comunidades que las accionan. Por lo general, quienes de diferentes maneras participamos en movimientos para la cultura libre, centramos la mirada en la producción de «modos de hacer» o protocolos y usamos licencias o manuales que nos sirven como hoja de ruta para producir contenidos, dando la posiblidad que otros/as los reproduzcan libremente o hagan obras derivadas. Pero ¿Tenemos ya suficientes teconologías? ¿No hará falta más potencia de acción, es decir, más comunidades? ¿Crean las tecnologías comunidades? ¿Pueden las tecnologías por sí mismas generar transformaciones (legales, culturales, políticas) sin comunidades?.  Son dudas no resueltas, pero como ellos le dedicarán más tiempo, he intentado exponerlas sintéticamente por si sirve de algo. A continuación, incluyo la definición que he enviado a #10penkult explicando por dos vías la misma cosa:

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posfordismo o explotación de la producción social

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Texto escrito originalmente para el proyecto Doropedia -enciclopedia alternativa- de Producciones Doradas. Cada fascículo de Doropaedia se centra en un concepto diferente, compilando acepciones subjetivas elaboradas en textos, canciones, videos, etc. En este ocasión el concepto era posfordismo y mi propuesta se centró en resituar su significado, recuperando algunas ideas y algunas de las fuentes originales que lo acuñaron. La verdad es que no es muy subjetivo, pero es mío!

 

 

 

 

 

 

 

 

 

¿Por qué lo llaman posfordismo cuando quieren decir nuevas formas de extracción de riqueza y gobierno de la producción social?

El concepto posfordismo padece el síntoma de esa forma lineal de ordenar el conocimiento bajo la que se ha generado una inmensa lotería de palabras, etiquetando con prefijos y sufijos tanto períodos históricos como escuelas de pensamiento. Una fábrica de significantes que olvidan sus significados cuando son usados como mera consecuencia evolutiva del suceso anterior o como marco primigenio de lo que inmediatamente vendrá. Posfordismo, usado en desmesura y con tiros al aire, va camino de ese aplanamiento conceptual.
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